Al descubierto

Khairat, El-Sayeda Zainab, Cairo

El jefe está soltando una atronadora invectiva contra la indolencia nacional por la tele, que está a mil bombas para ahogar el ruido, comparativamente llevadero, de las bocinas de los coches que se oyen procedentes del exterior. A través de la pantalla, lanza una pregunta al aire:

“¿Quiénes sois?”

De pronto, todo el mundo en el abarrotado café se gira y empieza a escudriñar su entorno, como si fuera su deber desenmascarar a quienes están siendo apostrofados por el jefe. Tengo que salir de allí cuanto antes. Entre la tensión que genera la diatriba del jefe y la falta de aire acondicionado, que, desde que subieron el precio de la electricidad, ya ningún garito se puede permitir mantener encendido, el ambiente se nota cargado y los ánimos caldeados. No quiero quedarme a ver cómo la cosa explota.

El dueño del quiosco de la esquina me sugiere que me meta por el callejón oscuro que sale a mano derecha para llegar al apartamento de Rafiq pasando desapercibido. Me advierte, a su vez, al tiempo que me ...Leer más

Un gesto simbólico

Salamiyah, Syria

Su cuñada vino a hacerle una visita cuando su marido estaba fuera de casa por cuatro días en un viaje de negocios. Venía a confesarle que se había enterado, supuestamente poniendo la oreja a lo que su hermano le comentaba por teléfono a un colega hacía poco, de que este tenía pensado divorciarse de ella en los próximos días. Le pidió, a su vez, que guardara en secreto que había sido ella quien la había avisado de lo que estaba a punto de acontecer.

—Nur, cariño, me he sentido en la obligación de venir a decírtelo, porque tú para mí eres como una hermana y me destroza por dentro que el sinvergüenza de mi hermano te esté haciendo esto. A lo mejor me he equivocado viniendo, pero he pensado que era mejor que lo supieras de antemano para que así pudieras hacer algo al respecto. Si quieres nos podemos sentar juntas y pensar qué ha podido desencadenar esto, para que, una vez hayamos determinado a qué se debe, podamos urdir un plan que evite que el divorcio tenga ...Leer más

El ausente

Roman ruins in Bir Kasdali, Algeria

—¿Liki? Oigo el latir de tu corazón.

—Hagas lo que hagas, no te conviertas en un mamut, hijo mío. No te creas todo lo que oyes.

—¿Un mamut?

—Fue la ingenuidad de los mamuts lo que los llevo a extinguirse. Pese a advertir el advenimiento de la tormenta de hielo, permanecieron encapsulados en su convicción de que, si se escondían y permanecían muy quietecitos, les pasarían desapercibidos a las fuerzas de la naturaleza o no, pero estas les perdonarían la vida igualmente. Confiaron en que la tormenta reconocería lo excepcionales que eran, en virtud a cómo se sentían.

—¡Pobres criaturas!

—Puede. Tú, hijo mío, que gozas de una alta capacidad de percepción, tienes que cantarle al mundo lo que ves con esa hermosa voz que tienes.

—Liki, para, siéntate a mi lado. ¡Cuánta energía! No sé de dónde la sacas. Parece que te vas a arrancar por bulerías en cualquier momento. No sé si sabes lo triste que me dejó tu partida.

—¡Hala, sécate esas lágrimas de cocodrilo! Aunque he de decir que tienes un brillo en los ojos que me ...Leer más

Me tranquiliza saber que no veo más que un único sol

Kuud AlNamer Beach in Aden, Yemen

¡Hace un calor insoportable! Llevamos sin electricidad desde hace rato y el aire que se ha quedado atrapado en la casa huele a estancado, a podrido. A lo mejor lo ha alcanzado la epidemia que campa a sus anchas por esta ciudad y deja a todo quisqui achorrado.

—¿Qué hay hoy de comer?

Lo pregunta mi hermano, que acaba de asomar la cabeza por la puerta de la cocina, que parece un baño turco, no tanto por los vapores que despiden los guisos de elaboración propia, como por los que exhalan las vecinas que rodean la casa al suspirar por él y babear al verle.

Pongo la olla sobre uno de los fuegos. Llevo acelerada desde que me he levantado esta mañana (un poco tarde, para ser sincera) y aún voy bastante pillada de tiempo. De la jaqueca que tengo, siento que me late el cerebro.

Con mano temblorosa, prendo una cerilla para encender el gas. Nada. Lo intento nuevamente; el mismo desenlace. Y el guiso no está precisamente como para ser consumido ...Leer más

El último tramo del camino

Reggane, Algeria

Dos soldados franceses me sacan esposado de la celda en la que me he pasado recluido el último año y pico. El sol de justicia que pega en el desierto del Sáhara me deslumbra incluso con los ojos como los llevo, cerrados y vendados. La arena contra la suela de mis pies, descalzos, quema y reconforta a una, a cada paso. ¡El tiempo que llevaba deseando volver a sentir esa libertad tan absoluta que sólo brinda el desierto! El silbido del viento me acompaña en esta travesía hacia lo desconocido.

Al cabo de un buen rato de caminata, mis escoltas se paran en seco. Mientras uno se pelea con lo que suena a la cerradura de una puerta de carácter rústico, el otro me quita las esposas. Seguidamente, me empujan a lo que, en desembarazándome de la venda de los ojos, descubro que se trata del interior de una cabaña de adobe, cerrando la puerta de la misma tras de mí. Me lleva un instante adaptar las pupilas a la luz que se filtra del techo, a pesar de que esta ...Leer más

La ventana que le abren a uno cuando le dan puerta

View from the car window of a road in Cairo, Egypt

Con la vista borrosa y los ojos como puños de haberme anegado en llanto, salí del edificio y corrí hacia el coche, que, por lo menos, tenía aparcado a pocos metros de la entrada. A punto estuve de tropezar y pegarme un porrazo. Me subí al coche y arranqué. Tenía que salir de allí como fuera. Ya tendría tiempo de decidir hacia donde poner rumbo más adelante.

No entendía cómo era posible que me hubieran despedido, con lo que yo me había volcado en ser la mejor empleada de toda la empresa, la de éxitos que jalonaban mi carrera profesional y la de elogios que había recibido de mis jefes por los excelentes resultados que había ido obteniendo a lo largo de los años que había pasado trabajando para ellos. No podía dejar de preguntarme qué era lo que, a sus ojos, me hacía meritar semejante ultraje a mi persona. Mi vida entera hasta la fecha había girado en torno al trabajo y, ahora que me ...Leer más

La verdad amortajada

Panoramic view over the city of Constantine, Algeria

Constantina, 1958

Un joven oficial francés entró en un bar del casco antiguo y se pidió algo de beber. Había tenido un día muy largo.

Constantina se emplaza a ambos lados del barranco del río Rhumel y sus siete puentes se yerguen a considerable altura sobre el fondo del acantilado. Se trata de una ciudad histórica que se distingue por su prestancia, a lo sumo, comparable a la de la diosa Ishtar.

Su valor estético no admitía discusión. La tensión que se respiraba en el ambiente de la ciudad le restaba, no obstante, bastante de su atractivo. Las circunstancias en que la había descubierto distaban muy mucho de ser las idóneas y él no había contribuido precisamente a mejorarlas. No estaba particularmente orgulloso de lo que se había visto impelido a hacer para ascender en la cadena de mando, pero su trabajo no consistía en cuestionar las órdenes que recibía de arriba y, en lo que a él concernía, en tiempos de guerra, no tocaba ponerse exquisito con lo que constituye o ...Leer más

Criaturas aladas de ralea variopinta

Idlib, Syria

La mañana en que el cielo quedó encapotado por una nube de humo, el aire quedó saturado de la pestilencia que desprenden los cadáveres y los ensordecedores alaridos que profirió la multitud ahogaron cuanto pudiera haber gestado un discurso hilado, el sol había salido como todas las mañanas, más dispuesto a brillar radiante si cabe.

Las festividades daban comienzo al día siguiente y el mercado se hallaba a rebosar de gente (mujeres, ancianos, niños y toda la pesca). Se había creado una atmósfera jovial y agradable. Yo me encontraba allí con mi hijo. En otras circunstancias, tanta animación me hubiera crispado los nervios. Resulta, pues, que no soy un gran entusiasta de ambientes ruidosos. En aquella ocasión, no obstante, poder apreciar lo contento que se le veía a todo el mundo hacía que el jaleo circundante no me molestara tanto.

Me quedé contemplando el olivo que se erguía en la plaza y me puse a fantasear con la perspectiva de que a mis hijos, al crecer en torno suyo, se les pegaran sus virtudes, a saber, fecundidad, altanería, fidelidad ...Leer más

La letra del canto de sirena

Juliyana Beach, Benghazi, Libya

Me senté en una cafetería a contemplar el atardecer sobre el mar, que se hallaba en calma. A esa hora, casi todo el mundo había emprendido ya el camino de vuelta a casa. Por la ventana abierta del café, llegaba el olor a pescado frito de los chiringuitos de playa, y eso que apenas corría nada de aire. De fondo, sonaba música de cámara. Me puse a leer un libro sobre la historia de Libia y, de pronto, di con un párrafo que me llamó especialmente la atención. Rezaba:

“Cuenta la leyenda que Playa Juliyana le debe su nombre a la hija mayor del cónsul inglés que tenía Libia en 1850. Al parecer, la joven, que era un auténtico bombón rubio de diecisiete primaveras al que todo el mundo adoraba, se fue un día a pegar un baño al mar y se ahogó. Fue precisamente para honrar su memoria que se le cambió el nombre a la playa donde el mar devolvió su cuerpo.”

Para cuando salí de la cafetería, ya era noche cerrada. Decidí volver a ...Leer más

La gaviota, divina como ella sola

Port El Jebeha, El Jebha, Morocco

La gaviota clavó su mirada en mí y el tiempo se detuvo. De pronto, comenzó a faltarme el aire. Mi alma se me figuraba, de golpe, corpórea, tridimensional, de ancha como el cielo y de profunda como el mar. Con el miedo que me dan las alturas, jamás pensé que llegaría el día en que, por desentrañar lo que encierra la mirada de una gaviota, estaría dispuesto a encaramarme a un estrecho muro de cuatro metros de altura y ponerme a hacer equilibrismos sobre él.

Las olas rompen en el embarcadero. La Playa de las Gaviotas es, en lo que a mí respecta, una auténtica joya. Es prácticamente virgen. Tan sólo la frecuentan unos pocos pescadores, las mujeres que se han quedado suspirando en la orilla por el retorno de sus maridos, que se aventuraron en su día a adentrarse en alta mar, y los jóvenes que se sientan en la arena a fumar canutos y rumiar acerca de su futuro con la mirada perdida en el horizonte. En días despejados, se deja, ...Leer más