Junto al puesto de la vendedora de té

Ganador del concurso «Dos mil noches y un amanecer»

Khartoum, Sudan

Comprobé que lo llevaba todo conmigo antes de sentarme a tomar una taza de té en la plaza. Me había pasado media mañana haciendo la compra en el mercado de frutas y verduras, y, con el agotamiento que llevaba encima, no podía confiar en que, si no permanecía alerta a los cambios que pudieran sufrir mis circunstancias, no se me fuera a pasar por alto algo importante. El lugar se hallaba atestado de vendedores de té ambulantes y el olor a menta y clavo que flotaba en el ambiente incitaba a consumir. No obstante, aquel día, por alguna extraña razón, no abundaba la clientela. Pese a que las probabilidades de que llegara a encontrar algo en aquel paraje con lo que poder entretenerme o regalarme la vista no pintaban precisamente como para tirar cohetes, decidí quedarme un rato para ver si la cosa se animaba, pues, total, no tenía trabajo y en casa no me esperaba nada mejor qué hacer. Además, ¿quién sabía?, aún era relativamente temprano.

Me puse, pues, a leer un ...Leer más