El pozo de los secretos

Dawood Hotel in Sanaa, Yemen

Desde la ventanilla del avión, se vislumbraba mi ciudad natal, Sanaa, tenuemente iluminada, pese a ser de noche. Unos minutos más tarde, iniciamos el descenso. Nada más aterrizar, nos subimos a un taxi y le pedimos al conductor que nos llevara al hotel Dawood, situado en el centro histórico de la ciudad, que era donde habíamos reservado alojamiento mi amigo alemán y yo. Al llegar, vi que tenía el letrero escrito en tres idiomas distintos, lo cual me gustó, porque me pareció señal de que el negocio se hallaba volcado en atraer turismo internacional. Entramos y pedimos que nos asignaran habitaciones contiguas.

Era tarde y estábamos tan hechos polvo del viaje, que caímos rendidos en cuanto entramos en nuestras respectivas habitaciones. A la mañana siguiente, nos levantamos temprano para salir a descubrir la ciudad. Mi amigo me estuvo contando lo que había leído acerca de la ciudad mientras nos la pateábamos. En cuanto comenzó a sonar a mediodía la llamada a la oración de los altavoces instalados en lo alto de los minaretes, todos los establecimientos bajaron ...Leer más

Me tranquiliza saber que no veo más que un único sol

Kuud AlNamer Beach in Aden, Yemen

¡Hace un calor insoportable! Llevamos sin electricidad desde hace rato y el aire que se ha quedado atrapado en la casa huele a estancado, a podrido. A lo mejor lo ha alcanzado la epidemia que campa a sus anchas por esta ciudad y deja a todo quisqui achorrado.

—¿Qué hay hoy de comer?

Lo pregunta mi hermano, que acaba de asomar la cabeza por la puerta de la cocina, que parece un baño turco, no tanto por los vapores que despiden los guisos de elaboración propia, como por los que exhalan las vecinas que rodean la casa al suspirar por él y babear al verle.

Pongo la olla sobre uno de los fuegos. Llevo acelerada desde que me he levantado esta mañana (un poco tarde, para ser sincera) y aún voy bastante pillada de tiempo. De la jaqueca que tengo, siento que me late el cerebro.

Con mano temblorosa, prendo una cerilla para encender el gas. Nada. Lo intento nuevamente; el mismo desenlace. Y el guiso no está precisamente como para ser consumido ...Leer más

En las nubes

Jabal Yafuz, Yemen

Saqué la cabeza por la ventana del coche y dirigí la mirada hacia donde me indicaban. Las montañas se erguían imponentes hasta donde se hendían en las nubes y desaparecían de la vista. Pero lo que más me impactó fue el verde intenso que irradiaban. Mi padre aparcó el coche donde se acababa la carretera que conducía hasta la ladera de la cordillera Yafuz desde la ciudad de Hudayda y nos pidió que nos bajáramos. El resto del camino tocaba cubrirlo a pata. Íbamos a visitar por primera vez el pueblo de mis padres, que se emplazaba en la cima de una de aquellas montañas colosales.

Comenzamos el áspero ascenso y, en el primer puesto que encontramos para hacer una parada técnica junto al tenderete que habían montado unos lugareños para ofrecer a los excursionistas con qué allanarse la subida, nos alquilamos un burro para que nos llevara los trastos y unas bicis rudimentarias para los más entusiastas y ejercitados de entre nosotros.

Enseguida empezamos a ver arados y otras herramientas de labranza que parecían diseñadas a ojo y construidas a mano. Parecían constituir la suma de cuanto los ...Leer más

El traje

Aden, Yemen

En Adén, mi ciudad, es como tarde en el instituto que los chavales deben comenzar a plantearse a qué se van a querer dedicar profesionalmente en el futuro. Yo no lo tenía nada claro, pero de lo que no me cabía duda era del tipo de trabajador que quería ser, a saber, de los que llevan traje, cartera de cuero, gafas de sol de marca y puede que hasta peinado de estrella de cine. Me gustaba imaginarme zangoloteando todo emperejilado por la calle.

Tras acabar el bachiller, me metí a estudiar en la universidad lo mismo que eligieron la mayoría de mis compañeros de clase y, durante la carrera, me dediqué fundamentalmente a ahorrar para poder comprarme el traje con el que deseaba poder ir ataviado a trabajar cuando me contrataran para un puesto que prescribiera un código de vestimenta que me permitiera ir hecho un pincel por la vida.

Lo primero que hice nada más licenciarme fue ir a la sastrería más chic de toda la ciudad y adquirir el traje de mis sueños. Salí ...Leer más

Un amor sin perspectivas de prosperar

Girl's Profile in Aden, Yemen

Suad miraba por la ventana inmersa en un piélago de cavilaciones del que ni la música que tenía puesta en el tocata a mil bombas lograba sacarla. Se enroscaba mechones de su melena azabache en el dedo de una mano al tiempo que se pasaba la otra por la cara con ademán pensativo. Se había puesto a rememorar viejos tiempos. En un momento dado, uno de esos recuerdos le demudó el rostro y le encendió las mejillas, que adoptaron un color tostado tornasolado.

Los calurosos vientos que comenzaban a soplar por aquella época del año en la ciudad costera de Adén le trajeron el olor a alheña negra que despedía el tarro sobre la mesa de madera de la habitación, el cual le hizo volver la mirada hacia dentro. El interior de la habitación se hallaba lleno hasta los topes de los paquetes que el prometido de su hermana, con el que se casaba al día siguiente, le había estado enviando desde los Emiratos durante los últimos meses de regalos de boda, y eso que aquellos eran sólo los que a su hermana ya no le habían ...Leer más

Escalinata de ascensión al cielo

Sanaa, Yemen

Aprieto el paso para evitar derretirme bajo el sol abrasador, pues, en cuanto este alcanza el cénit de la bóveda celeste, aparte de hacerse extremadamente arduo avanzar por las calles, que enseguida se abarrotan de gente, no quedan sombras bajo las que guarecerse. El olor a incienso que ha hecho historia cargando el aire e instigando la fermentación de los ánimos durante siglos y siglos me abofetea el rostro según me voy abriendo paso. Finalmente, me planto frente a la escalera de caracol que ha de llevarme a mi destino. Asciendo paulatinamente para deleitarme la vista con la panorámica. De todas formas, tengo para rato, pues las escaleras parecen haber sido construidas para cubrir la distancia que media entre la tierra y el cielo. A fuerza de discurrir por aquí, a lo largo del tiempo, la gente ha ido puliendo la superficie de los escalones de piedra.

A medida que asciendo, me voy deteniendo a la altura de los ventanucos que se alinean a un lado de la torre para, a través de ellos, dejarme hechizar por los edificios que se sitúan ...Leer más