En las nubes

Jabal Yafuz, Yemen

Saqué la cabeza por la ventana del coche y dirigí la mirada hacia donde me indicaban. Las montañas se erguían imponentes hasta donde se hendían en las nubes y desaparecían de la vista. Pero lo que más me impactó fue el verde intenso que irradiaban. Mi padre aparcó el coche donde se acababa la carretera que conducía hasta la ladera de la cordillera Yafuz desde la ciudad de Hudayda y nos pidió que nos bajáramos. El resto del camino tocaba cubrirlo a pata. Íbamos a visitar por primera vez el pueblo de mis padres, que se emplazaba en la cima de una de aquellas montañas colosales.

Comenzamos el áspero ascenso y, en el primer puesto que encontramos para hacer una parada técnica junto al tenderete que habían montado unos lugareños para ofrecer a los excursionistas con qué allanarse la subida, nos alquilamos un burro para que nos llevara los trastos y unas bicis rudimentarias para los más entusiastas y ejercitados de entre nosotros.

Enseguida empezamos a ver arados y otras herramientas de labranza que parecían diseñadas a ojo y construidas a mano. Parecían constituir la suma de cuanto los agricultores de la zona contaban para trabajar el campo. Desde luego, lo que se hace por sobrevivir.

Se levantó una brisa agradable que tañó las hojas de los árboles que poblaban la ladera y nos trajo el olor a tierra fértil y boñiga de vaca que impregnaba el ambiente. Miré a mi alrededor y vi niñas pastoreando el ganado, mujeres recolectando y hombres transportando la cosecha en cestos y vasijas de confección casera.

Conseguimos abarcar la primera mitad del recorrido y yo creía que me moría. Me lo hubiera tragado si alguien me hubiera dicho que habíamos alcanzado la luna. Continuamos tras un breve descanso, espoleados fundamentalmente por nuestras ganas de llegar. Enseguida dejamos atrás el paisaje de piezas de maquinaria agrícola desperdigadas por doquier, que se vio reemplazado por uno lunar en el que se se dejaban ver, además de formaciones graníticas, conectadas, compactas, lisas, transparentes, simétricas, gigantes, enmohecidas, polvorientas y originales, las cuevas en las que moraban los paisanos de las montañas, ventanas al país de las maravillas.

Una hora de esforzada escalada más tarde, mi padre nos anunció que nos aproximábamos a la meta. La maquinaria agrícola había vuelto a hacer acto de aparición. Habíamos conquistado la montaña. El paisaje parecía un cuadro de colores vibrantes. La gente de aquellas latitudes había aprovechado la inclinación del terreno para construir sus casas de modo que se pudiera acceder por un lado al primer piso, que solía contener un establo, y por el otro, directamente al espacio residencial, que se distribuía por los restantes dos o tres pisos que poseía cada edificación adicionalmente. La casa de mi abuelo era tal cual.

Aquella fue la primera visita que hice al pueblo de mis abuelos, pero no sería la última. Hay imágenes que se le quedan a una grabadas en la memoria.

 

El autor, Muhammad Ahmad Ghalib Yafuz:

Nació en 1991 en la provincia yemení de Raymah. En 2014, se licenció en Geología por la Universidad de Sana’a. Le gusta la investigación, escribir y viajar por el mundo.