Está que trina por culpa de la mujer desnuda que se yergue sobre la fuente que se emplaza junto a la mezquita del centro de la hermosa ciudad de Sétif. Siempre que pasa por su lado, que suele ser más a menudo de lo que le gustaría, porque se encuentra en su camino de casa a la cafetería donde acostumbra sentarse a desayunar todas la mañanas, aprovecha para escupirle a la cara y ponerla de guapa para arriba.
La estatua es una adición relativamente reciente a la fuente sobre la que se sitúa, que fue construida cuando se erigió la mezquita para proveer a los que acudían a rezar a la misma de un lugar donde poder realizar sus abluciones. Los colonizadores franceses la colocaron allí un año antes de que él naciera, véase, hace ya más de setenta primaveras. Él está convencido de que su objetivo era mosquear a la población musulmana.
Cuando era pequeño y aún no entendía el ultraje que la fulana de piedra constituía para la moral, solía jugar en torno a ella con sus amigos. No obstante, llegó un momento en que los conocimientos que le impartían en la escuela coránica a la que acudía se le sedimentaron y le calaron y, al alcanzar la pubertad, se dio cuenta de la aberración de la que se trataba de facto. Fue entonces cuando comenzó a procurar activamente que su mirada no incidiera en sus vergüenzas, para no verse tentado por ellas.
Desde entonces, se ha volcado en predicar a diestro y siniestro por que la derriben y la sustituyan por algo que no ofenda la vista, algo que, en vez, honre la pureza de espíritu característica de las aguas de la fuente, la mezquita, la ciudad y la cultura local.
Hace unos años, unos chavales que estaban hartos de que nadie hiciera nada por reparar el agravio que suponía a lo que dicta la religión y las buenas costumbres cogieron y la dinamitaron. Creyó entonces que, por fin, podía dar su lucha por concluida y respirar tranquilo sabiendo que se había hecho justicia. No obstante, las autoridades enseguida ordenaron restaurarla y, para su desgracia, en el plazo de un par de días, la estatua volvía a erguirse ufana sobre la fuente. Alegaron para reconstruirla que formaba parte de la ciudad y de su historia, pero él no se cansara de repetir a quien sea que quiera prestarle oídos que la muy guarra de la gabacha esa no le representa, pero ni por asomo.
La escritora, Tiwan Samiya:
Escribo cuentos cortos y prosa lírica. Mi estilo es rico en elementos retóricos e imágenes esclarecedoras.