La ciudad soterrada

Yacimiento arqueológico de Zeiraqun en el Norte de Jordania, cerca de Irbid

Se agachó y, sobre la tersa piel de su frente, le plantó un último beso de despedida. Había intentado alabear el inexorable paso del tiempo para poder demorarse un rato más paladeando la exquisita fragancia que encapsulaba la balsa de su amor. Sin embargo, el destino la había conminado a caminar sola hasta donde unos colosales menhires de azabache cercenaban el ancho del camino hasta dejarlo reducido a la mitad. Todo lo que estos habían presenciado en no pocos lustros ciertamente revalorizaba su pétrea discreción, pues habían sido muchos los trotamundos que habían pernoctado en la ciudad soterrada, sobre la que día y noche pendía la amenaza de que la estructura que abovedaba los anfiteatros esculpidos en la roca fuera a hundirse, dándole sepultura. Las palabras de él reverberaban en su cabeza. Exangüe, había procurado cerciorarse, atendiendo a sus últimos estertores, de que él hacía las paces con su fatídico sino. Al fin, podría retozar en sueños al abrigo del egregio silencio intemporal. Ella, en su honor, ...Leer más

Elige tu propia aventura

Yo personalmente no le aconsejo a nadie que se empecine en ganar la búsqueda del tesoro cueste lo que cueste. Uno podría acabar

a) apuñalado a traición por quien uno creía que le cubría las espaldas cuando, en el fondo, andaba tras la recompensa de echarle a uno a los lobos.

b) expuesto al fantasma del abandono si la pareja de uno no está por la labor de esperar eternamente a que uno crezca y lo acaba dando a uno por muerto.