Callejeando

Bordj Bounaama, Tissemsilt Province, Algeria

Hace un mañana de otoño preciosa. Un par de nubes surcan el cielo. Le recuerdan las túnicas que llevan los ascetas. Corre una brisa agradable y el sol calienta sin resultar abrasador. Khaled ha salido a dar una vuelta por el casco antiguo. Se halla a la caza de antiguallas. Aprovecha también para quedarse contemplando las fachadas de los edificios y los artículos de valor histórico que se venden en el zoco. Así se mantiene entretenido con algo que no sea el recuerdo del pasado, pues, últimamente, dedica la mayoría de su tiempo a recrearse en el dolor que siente por la pérdida de su amigo de la infancia. Lo echa de menos. Solían birlar naranjas juntos y luego sentarse en la plaza a tomárselas mientras escuchaban a los predicadores callejeros. Eran unos pillos. ¡Qué tiempos aquellos! Su muerte lo ha dejado por los suelos. No se lo esperaba.

Tuerce por la Calle del Mundo. Es más un callejón que una gran avenida, pese a lo que su nombre indica. Parece una corte de los milagros frecuentada por guiris jipis y, en ese sentido, supone, merece el nombre que recibe. Recorrerla le dilata y levanta el ánimo, aunque se conozca el dicho y sepa que buscar consuelo en el mal de muchos lo señala como más bien poco original. No obstante, en lo que a él respecta, la originalidad se halla sobrevalorada. Además, tiene los pies hinchados, de caminar y no llegar nunca a ninguna parte, como Edipo.

A lo mejor estamos condenados a no ver más que otro amanecer en cada nuevo amanecer.

 

Escrito por Ahmed Sana.