La vuelta a casa

Helwan, Egypt

¿Cuánto tiempo lleva ya en casa? No lo sabe a ciencia cierta. El gravamen emocional que le impone lo que para ella comportan las experiencias vividas en el extranjero, donde se ha pasado los últimos quince años, le nubla el juicio y le atrofia su capacidad para calibrar el tiempo transcurrido. Antes de partir rumbo a lo desconocido, era una niña con coletas y de mente límpida, del tipo de quienes aún no se han topado con las abracadabrantes contradicciones que se dan entre el conocimiento adquirido y la realidad tal cual se les manifiesta. Las tiritas con las que sus paisanos habían tratado de cerrar la herida narcisista que se habían hecho dándose de cabezazos contra la realidad no habían logrado parchear eficazmente el problema que constituía su incapacidad para superar sus diferencias, por lo que, finalmente, había acabado estallando la guerra que le había impulsado a alzar el vuelo.

Recuerda el empeño que comenzó a poner al frisar en la edad del pavo en conseguir escabullirse del control parental que ejercía su madre sobre ella para probarse vestidos de vida alegre. Su madre parecía querer evitar por todos los medios que ella se hiciera mayor. A la sazón, ella había abrigado sospechas de que su madre temía ser desafiada por un igual, pero, con los años, ha acabado cayendo en la cuenta de que también cabe barajar la posibilidad de que lo que motivaba a su madre, en el fondo, fuera su angustia de verla teniendo que hacerse cargo de lo que conllevaba hacerse mujer adulta. Pero ese era otro de los interrogantes de este mundo con los que ella, por su propio bien, prefiere no tener que lidiar. Al tiempo que abrían, cerraban un mundo de posibilidades del que aún no sabía si se quería despedir. Qué maravilloso sería poder dejarlo todo en el aire, ser capaz de disfrutar de las ventajas que se derivan de avanzar en la vida sin tener que tomar decisiones nunca jamás. Pero nada aguanta mucho tiempo en estado de suspensión. Si uno no se espabila a la hora de acondicionarse su espacio, el espacio lo acaba condicionando a uno. Si por lo menos tuviera la seguridad de que la intriga no es parte intrínseca del alma y, por ende, no la va a seguir matando una vez se halle criando malvas … Tal vez sea esa la pena que impone el cielo a todos aquellos que despilfarran su oportunidad de vivir con todas las de la ley, conviene a saber, asumiendo riesgos.

El dilema moral lo tiene desde hace rato. Lo de marras, darle conclusión al pasado para encarar el futuro o darle la espalda al futuro para poder regodearse en el pasado. No es la primera vez que se plantea la conveniencia de darse por satisfecha con verdades a medias, aunque probablemente sí que sea la primera vez que lo hace con uso de razón, con facultades para sacarle jugo a ideas que han sido sometidas a un proceso de maduración. Aún así, sigue doliendo cada vez que repara en que ha perdido para siempre lo que ha ido dejando atrás, primero cuando se mudó al extranjero y luego cuando regresó de él. De vez en vez, le punza ver disiparse el recuerdo del irrecuperable pasado y le hace adoptar un estado semi vegetativo que cultiva viendo el tiempo pasar a la espera de que suceda algo que consiga volver las tornas y la transforme a ella en dueña y señora de su tiempo; algo que no haya sido concebido por las ambiciones del pasado, que se haya dado por generación espontánea y venga con buenas intenciones.

Ha sido testigo durante toda su vida de cómo los que regresan al nido son unos fracasados que esperan encontrar volviendo a observar las leyes que estipulan sus orígenes un remanso de paz, un lugar a cobijo del mundo exterior, en el que se han de seguir los dictámenes de la razón. Habrá quien justifique su decisión de retornar aduciendo que se halla en busca del nirvana, de volverse anacoreta, de apartarse de los placeres de la carne, de quitarse del vicio, en resumidas cuentas.

Pero ella no es de esos. Para ella, este no acaba de ser su hogar. No lo siente como tal. Puede que se deba a que, para cuando comenzó tímidamente a elucubrar acerca de lo que constituía su entorno en aras de dar origen a su visión del mundo, ya se hallaba en otra parte, allende las dunas del desierto, en un lugar donde las circunstancias que la envolvían le permitían ser ella, distinta a lo que decretaba su suerte. No obstante, ahora que su vida ha llegado a un punto de inflexión, necesita dar un paso hacia atrás para coger impulso a la hora de saltar. Alberga serias dudas acerca de que volver a casa, a la huronera de biempensantes, le vaya a ayudar a agenciarse perspectiva, pero no sabe cómo evitar que le remolque la corriente, que la gente sin miedo a apostar y perder acabe eligiendo por ella. A lo mejor, ha vuelto para recordar, entre otras muchas cosas, la testarudez que, de niña, la llevaba a, cuando le echaba el ojo a un objetivo, perseguirlo a ultranza. Y ya, el resto de los interrogantes pueden esperar. Quiere tomarse su tiempo para averiguar en quien se ha convertido.

 

Escrito por Nehal Khaled.

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