La humanidad, en esencia

Mosque at Al Moez Street, Cairo, Egypt

Lama es una niña egipcia extremadamente culta que, para tener sólo nueve años, está muy espabilada. Últimamente, en los canales de televisión religiosos que le gusta sentarse a ver, han mencionado la palabra “humanidad” en repetidas ocasiones. Parece que las organizaciones sin ánimo de lucro ya no saben dónde anunciarse. También la ha visto empleada en un comentario a las decapitaciones de Dáesh publicado en Facebook. Está al tanto de que a la palabra se le asignan connotaciones positivas, pero no está segura de lo que significa.

Aquel día, se lo había pasado reflexionando acerca de las aplicaciones de la palabra y los adminículos contextuales de los que se sirve para obrar su magia. A media tarde, su curiosidad le pudo. Corrió a donde su madre y le espetó:

-Mamá, ¿qué es eso de “la humanidad”?

Su madre sonrió y dijo:

-No es algo que se pueda explicar, cada uno de nosotros ha de descubrirlo por su cuenta y confeccionarse una acepción a su medida que se ajuste a cómo se entiende a sí mismo. Si acaso, podría describirse como el conjunto de virtudes que asociamos a aquello que nos distingue como humanos de los animales y de las máquinas y que trasciende nuestra efímera existencia individual y acaba conformando el acervo cultural que heredamos de nuestros antepasados para permanecer más tiempo con vida en este mundo. Todavía es pronto, ven, que te voy a llevar a la Calle Al Moez, que, sin perjuicio de que, como siempre está de bote en bote, apeste a humanidad, cae en la categoría de calles escaparate. Forma parte del casco antiguo, es completamente peatonal e ilustra el concepto de “humanidad” de maravilla, casi como si fuera su razón de ser. Sólo tienes que fijarte en cómo la gente se relaciona entre sí. Está bien que le recuerden a uno de vez en cuando en qué radica lo que valoramos de vivir en sociedad. Por desgracia, ya se le ha olvidado a más de uno.

Fue poner un pie en la calle en cuestión y besar el santo. La mente se le abrió de par en par y todos los conceptos que le patinaban hasta hacía un instante encontraron su sitio y tomaron asiento en su cabalmente ensamblada intelección del mundo. La policromática iluminación de la calle la dejó sin palabras. Desenfundó su cámara y se abalanzó a sacar fotos de cuanto se encontraba a su alrededor. No se libraba ni el más pintado. La calle se hallaba a rebosar de joyerías, así como de tiendas de antigüedades y de artesanía, en las que se vendían artículos de cobre y madera. Los dueños regalaban a todos los transeúntes una sonrisa y no ponían pegas a quienes les pedían que posaran para una foto junto a sus mercancías. Además, todos parecían dispuestos a ayudarse los unos a los otros. Lama y su madre se pusieron a recorrer la calle y, un poco más adelante, encontraron una panadería-pastelería que vendía basbousas deliciosas y hawawshis recién horneados. En la acera de enfrente había un parque donde la gente se podía sentar a yantar y donde un vendedor de patatas asadas ambulante se le acercaba a uno para ofrecerle con qué guarnecer las piezas de repostería.

Al llegar a las mezquitas de Al Hakim y al Aqmar, que son un placer para los sentidos tanto por fuera como por dentro, se pararon a contemplarlas. Una familia se les acercó y le pidió a la madre de Lama que les sacara una foto delante de una de ellas. La madre de Lama accedió encantada.

No muy lejos, se había reunido un grupo de gente para celebrar un evento de empresa. Se les podía oír tratarse con desenfado y guasear de vez en cuando. Todos parecían hallarse a gusto participando en la conversación que tenían entre manos.

Finalmente, alcanzaron el final de la calle y emprendieron el camino de vuelta a casa. Aprovechó entonces la madre de Lama para preguntar a su hija:

-Dime, ¿qué es lo que has aprendido?

-Que es importante llevarse bien con la gente y no guardar rencores para que todos podamos vivir en paz. También, que hay que ayudar a los otros -contestó Lama obediente.

-A los que se quieran dejar ayudar.

-Sí, y ni discriminar ni desear mal a nadie, porque todos somos iguales -añadió Lama.

-Muy bien -concluyó su madre-. Al final, la clave para preservar nuestra humanidad estriba en un principio muy básico, que reza: Vive y deja vivir.

 

Escrito por Shaden Khalil.

Elige tu propia aventura

Si tan sólo el mundo pudiera ser cómo se supone que tiene que ser.

a) Gobernarlo sería un juego de niños.

b) Cederíamos la palabra a Daesh para que nos instruyera sobre cómo obedecer a la realidad ideal como procede.