Su cuñada vino a hacerle una visita cuando su marido estaba fuera de casa por cuatro días en un viaje de negocios. Venía a confesarle que se había enterado, supuestamente poniendo la oreja a lo que su hermano le comentaba por teléfono a un colega hacía poco, de que este tenía pensado divorciarse de ella en los próximos días. Le pidió, a su vez, que guardara en secreto que había sido ella quien la había avisado de lo que estaba a punto de acontecer.
—Nur, cariño, me he sentido en la obligación de venir a decírtelo, porque tú para mí eres como una hermana y me destroza por dentro que el sinvergüenza de mi hermano te esté haciendo esto. A lo mejor me he equivocado viniendo, pero he pensado que era mejor que lo supieras de antemano para que así pudieras hacer algo al respecto. Si quieres nos podemos sentar juntas y pensar qué ha podido desencadenar esto, para que, una vez hayamos determinado a qué se debe, podamos urdir un plan que evite que el divorcio tenga lugar.
—No te creas, si ya llevo yo un rato dándole al coco para intentar entender que me quiera divorciar, pero, por más que me esfuerce, no logro dar con lo que podría haberle llevado a tomar esta decisión. En los últimos tiempos, no ha ocurrido nada a destacar que nos haya sacado de nuestra rutina habitual. Lo único, que yo llevo unos días moqueando por un constipado que me ha dado, pero eso no constituye motivo de divorcio, ¿no?
—De por sí, obviamente no, pero las tensiones matrimoniales se van acumulando y luego explotan cuando una menos se lo espera. No te preocupes, no se te tiene que ocurrir de inmediato. Tómate un tiempo para reflexionar antes de precipitarte a actuar y recuerda, a mí no me has visto.
Nur acompañó a su cuñada a la puerta y se despidió de ella. En cuanto se quedó a solas, se sentó a procesar la bofetada en formato de boletín de noticias que le acababan de dar. No recordaba haber registrado señal alguna de que su marido le fuera a pegar semejante puñalada trapera. Había estado normal, cariñoso incluso. ¿Era posible que los muy cerdos de los hombres fueran encubiertamente tan calculadores como las mujeres? Indiscutiblemente, era un cobarde. Y no podía descartar todavía que no llevara planeando esto desde hacía tiempo para dejarla sin nada a su nombre.
Empezó a dar vueltas por la habitación. Tenía los músculos agarrotados de la tensión. No iba a dejar que abusara de ella de aquella manera; antes, se lo merendaba con patatas. Decidió pues que vaciaría sus cuentas bancarias y se mudaría a vivir con su familia, llevándose todos los artículos de valor de la casa, antes de que él volviera y se la jugara.
Al día siguiente, se levantó temprano, hizo las maletas, y cogió el primer autobús de la tarde hacia Homs, su ciudad natal. Su familia se quedó estupefacta de verla llegar y, en cuanto les hubo referido el motivo de su abrupta visita e instado a que no la bombardearan a preguntas antes de que le hubiera dado tiempo a descansar un poco del viaje, comenzaron a especular, cada uno por su lado. La madre de Nur vio un moretón bajo la rodilla de la pierna derecha de su hija y se montó la película de que él la pegaba. Las hermanas de Nur le achacaron a ella la culpa de que su matrimonio se hubiera ido a pique, aduciendo la mayor que Nur tenía muy mal genio y que eso no había hombre que lo soportara a la larga, y la pequeña, que el que Nur le hubiera dicho a su marido de esperar antes de quedarse embarazada por tercera vez le había acabado costando la relación de pareja. La vecina de Nur supuso que su marido tenía un lío con su secretaria y su amiga que ella les había pillado en la cama.
Al cabo de unos días, el marido de Nur regresó de su viaje para encontrarse la casa vacía. Seguidamente, la llamó por el móvil:
—¿Nur?, ¿dónde estás?, ¡que acabo de volver a casa! Además, te tengo preparada una sorpresa.
—Ya me conozco yo tu sorpresa, te puedes ahorrar contármela. Conque te quieres divorciar, ¿eh, cabronazo?
—Nur, cariño, pero, ¿de qué hablas? ¿Divorciarme de ti? ¿Desde cuándo?
—Escucha, …
—No, escucha tú, ya que me fuerzas, te lo contaré. La sorpresa que pensaba darte consistía en llevarte de excursión al castillo de Shmemis, donde te pedí que te casaras conmigo, para decirte que he conseguido que te den el traslado al colegio de al lado de casa, para que no tengas que levantarte todas las mañanas a una hora indecente para ir a dar clase a Hama. Ahora bien, ¿qué me dices?, ¿no te prometí que lo resolvería?
Escrito por Ebaa Khatib.