Reacción visceral a la atrabilis

Nile at night with boats, Cairo, Egypt

Era de noche. Sami se hallaba sentado en el parque de la isla del Nilo que se encuentra frente a la Ópera de Egipto. A su alrededor se erguían rascacielos y flotaban barcos que esmaltaban de azul eléctrico las oscuras y tranquilas aguas del Nilo. De fondo, tronaba la machacante música que despiden los atavoces de los barcos que organizan recorridos por el Nilo para turistas y locales, a los que se apuntan todos aquellos que desean olvidarse durante un rato del suplicio que supone tener que vivir día tras día acoplado a la maquinaria de la realidad que hace emparedados con el libre albedrío del individuo, y que, lamentablemente, no duran más que media hora a lo sumo.

De todas formas, Sami no estaba al chunda chunda. Se había puesto sus cascos para escuchar la música que se había descargado de Internet, ese universo paralelo en el que uno se puede guarecer del régimen totalitario que impone el mundo real, en el que uno puede saltarse sus normas, que le ...Leer más

El extranjero

Tombstone of Port Saids cemetery, Egypt

La historia de mi ciudad comenzó a escribirse con el primer golpe de piqueta que se dio para cavar el canal de Suez. No tardaron en arribar a sus costas tanto egipcios como extranjeros, en la esperanza de labrarse un futuro en sus tierras. Muchos se acabaron quedando hasta expirar su último aliento de vida.

Si uno callejea por el extremo occidental de la ciudad, enseguida se topa, en la zona de acceso a la Playa Bonita, con la cancela de entrada al cementerio de la ciudad antigua de Puerto Saíd. El cementerio se divide en distintas secciones: la de los difuntos de la Mancomunidad de Naciones, la de los católicos, la de los ortodoxos y, por último, las cinco pertenecientes a los musulmanes. Además, el recinto ha sido ampliado recientemente para incluir cinco secciones adicionales en el arrabal de Abu Auf.

Nada más adentrarme en la sección del cementerio reservada a los extranjeros, tropecé con una lápida cuya emotiva inscripción rezaba:

“Querido hijo mío / descansa en paz / en esta tierra extraña / tan distante / de aquellos tus ...Leer más

Mi padre y la cornisa del Mansurá

Atardecer sobre la cornisa del Mansurá

Aquella tarde de los años ochenta, se le veía cambiado. Su complexión delgada, su voz ronca y su mirada severa parecían pertenecer a otro, al típico hombre que uno hubiera esperado encontrarse en la cornisa del Mansurá una tarde de los ochenta. No es que yo fuera especialmente avispado, cualquier niño de primaria se habría percatado al instante de que a mi padre le pasaba algo. Se le veía como abstraído, distante. Definitivamente, mi padre no era el de siempre. Nos hallábamos, como de costumbre, deambulando despreocupadamente por la ribera del Nilo, deteniéndonos a intervalos a observar la orilla de enfrente, cuando, de pronto, una voz extraña salió despedida de sus labios e irrumpió en el espacio exterior:

-Esta es la mezquita de Al-Banna.

Dirigí la mirada hacia donde parecía haber depositado la suya propia. La cúpula resplandecía verde, regia, solemne, en medio de la oscuridad que se cernía sobre el barrio de Talkha, en el que se emplazaba la mezquita. Su voz sonaba más pausada de lo habitual. Su serenidad me resultaba estridente. Sin embargo, ...Leer más

La Madre del Burro

hombre en el Cairo con sacos de arena de fondo

Como el resto de los trabajadores del bufé, yo seguía al pie de la letra las instrucciones que dispensaba el barrigudo de mi jefe, que, con la panza que lucía, a más de uno que no lo conociera al verlo por vez primera debía de haberle dado la impresión de que regentaba una posada para tenias de buen comer en su intestino. Como me tenía una tirria loca, había decidido convertirse en mi sombra. De hecho, no creo que ni las sombras se tomen su trabajo de fungir de tales tan a pecho. Hasta ellas deben de hartarse de tanto en tanto de estar todo el día con la nariz pegada al culo del prójimo. Y eso que yo soy la diligencia en persona. En cuanto veo que los comensales dejan los cubiertos sobre el plato, los retiro de las mesas a toda prisa y me dirijo con ellos hacia la cocina, que nadie se ha tomado ni el tiempo ni la molestia de abastecer de la jarcia necesaria para que la ...Leer más

La revolución a la vuelta de la esquina

Shanrah Al Bahreyah, cerca de Tanta, Egipto

“En nuestro pueblo nada se halla fuera de sitio, todo se amolda al orden preestablecido. El río, los árboles, las antiguas casas rurales, … Todo está diseñado para encajar a la perfección. Los jilgueros gorjean melódicamente y saltan de rama en rama con la brisa matutina que remolca el aroma de la albahaca mientras el rocío corusca en las hojas de los árboles. Dudo mucho que un pintor pueda reproducir semejante belleza en un cuadro, por muy diestro que sea.

Sobre el pueblo reina la paz, una paz más pura, si cabe, que la del propio concepto, que no siempre se presta a ser sintonizado. En este paraíso terrenal, sin embargo, jamás he llegado a escuchar nada que me chirriara. Los árboles también respetan la paz, por ellos y por la gente del pueblo. Salvo por los niños, que parten algunas ramas para construir cometas, nada perturba la paz.”

De pronto, comenzó a soplar un fuerte viento cargado de polvo que me arrancó de mis ensoñaciones. Vi entonces llegar al pueblo a ...Leer más

El deseo sagrado

Checkpoint al sur de Sheikh Zuweid, en la Península del Sinaí

El incesante tiroteo es atronador. El calor abrasador calcina cuanto toca. El viento huracanado bate la arena. Este recodo de la Península del Sinaí, junto al puesto de vigilancia al sur de Sheikh Zuweid, se ha convertido en el escenario de una pesadilla. Los sacos de arena que revisten el pequeño edificio le confieren pergeño de fortaleza. En su acorazado corazón palpitan jadeos y lamentos ahogados. Si uno saca los prismáticos, puede ver a un soldado moribundo agarrándose la tripa aovillado en el suelo. Tiene el chaleco empapado en sangre. La sangre resbala por su mano y gotea sobre el polvoriento asfalto. Su compañero, que yace encogido a su lado, ya ha pasado a mejor vida. La mitad de sus sesos descansan en un charco de un inquietante color púrpura. El soldado malherido lanza una mirada aterrada y suplicante al joven comandante, que, a su vez, yace postrado frente a él, asiendo una ametralladora con ambas manos y tal garra que parece haber depositado sus esperanzas de supervivencia en lograr ordeñarle ...Leer más

La memoria del mar

Playa de Alejandría: el mar en Egipto con pájaros y olas

Aquel día, según paseaba como acostumbro a orillas del mar, reparé en que el mar se estaba comportando de forma un tanto inusual. Me paré a contemplarlo y entonces lo capté: A pesar de hacer un día de mil demonios, el mar se hallaba en calma, más hermoso que nunca. Me dio la impresión de que me encontraba frente a una postal en la que el mar hubiera quedado anclado a las aspiraciones que su azul marino parecía tener de convertirse en celeste, mientras que, por su parte, la espuma de las olas y las nubes acordaban dejarse retratar por el mismo blanco para aportar equilibrio a la composición, que, con tantos designios encontrados, había adquirido, no obstante, visos de surrealista. Miré al mar y me embargó una sensación de paz. Muy a mi pesar, me hallé de pronto buceando en recuerdos que esperaba haber logrado, tras infinidad de intentos, expulsar definitivamente de mi cabeza.

“Ay, mar, ¡cuán insólito eres! Llevas siglos escuchando nuestras historias y supervisando nuestro devenir y todavía nos sigues pareciendo insondable. ¿Cuántas personas a lo largo ...Leer más

Cita a orillas del Nilo

Vistas sobre el Nilo en el Cairo

Una sonrisa radiante irradía simpatía. Los ojos son, por un lado, las ventanas del alma y, por el otro, los cañones que, disparando miradas tórridas, desarman corazones introvertidos. Al encuentro acuden las ganas de reír, llorar y aguantar la respiración.

Ahora que he encerado y acerado mis armas de seducción, ya estoy listo para entrar en acción. Miro la hora. Todavía queda tiempo. Estudio mi aspecto en el reflejo que me devuelve la luna de un coche aparcado en la acera. Reparo en que el viento me ha enredado ligeramente el pelo. Me saco un peine del bolsillo y trato de arreglarme el estropicio capilar. Echo un vistazo a mis zapatos. Su aseo deja que desear. Me agacho y, con un pañuelo de papel, los lustro hasta dejarlos en un pispás como los chorros del oro.

Primero pasearemos un rato lado a lado junto al Nilo. Al deslizar ella su mirada por el atardecer, sus ojos se teñirán de azul crepuscular, su sedoso cabello brillará con aún mayor intensidad, si cabe, que de costumbre, y su largo cuello se enunciará como el summum de la ...Leer más

Bloque de cemento con vistas al mar

Vista panoramica nocturna en Alejandria

Esta vez, he decidido cambiar de veras. A fin de cuentas, es precisamente a próposito de episodios cotidianos de vitola semejante que uno debería sentirse impelido a pasar revista a su manual de conducta. Definitivamente, es ahora o nunca. Todo resoluto, me autoinculco: En esta ocasión, toca cambiar forzosamente. Y aquí me hallo, rompiendo con mi bien afianzada rutina diaria. En vez de volver del trabajo directamente a casa, enristro hacia el mar.

Desde hace años, sueño con disponer de tiempo como para poder pegarme un garbeo por la orilla más a menudo. Resulta, pues, que a mí el mar me vuelve loco. Pero no como al resto de la gente (está visto que el mar le pirria a todo hijo de vecino). No, a mí me fascina de veras. Me encanta sentarme frente a él, zambullirme en él, … y siempre he deseado poseer un gran apartamento en una planta alta con vistas al mar. ¡Con decir que, básicamente, no hay pescado que no haya probado y con el que no me haya relamido de ...Leer más

Las sombras se prestan al equívoco

Vistas sobre Alejandría, Egipto

Érase una vez, en una de las provincias costeras, un joven de unos treinta abriles al que le gustaba el deporte y al que le costó la intemerata encontrar un empleo con el que poder hacer realidad sus sueños. Tuvo que dedicarse varios años a buscarlo e invertir mucha saliva en reiterar su valía por activa y por pasiva: Viajó a Hurgada, a Sharm el-Sheij, a Alejandría, así como a otras ciudades varias; se presentó a exámenes, a entrevistas, … Básicamente, hizo lo posible por convertirse poco menos que en el candidato de anuncio. No obstante, en respuesta a sus solicitudes, siempre le endilgaban la famosa cita de Míster Sistema Operativo: “Nos pondremos en contacto con usted.” A pesar de haberse licenciado en Derecho con excelentes calificaciones, nadie parecía dispuesto a ofrecerle una oportunidad laboral que le permitiera convertirse en alguien en la vida. Con todo, al cabo de varios años, consiguió finalmente un puesto de trabajo.

Echó un vistazo al reloj y sonrió. Se había puesto su mejor traje e iba hecho un pincel. ...Leer más

Elige tu propia aventura

Estaba venga a colegir insinuaciones de cada uno de los ademanes de aquella mujer exitosa ergo libertina, hasta que

a) solicitó una orden de alejamiento.

b) Dios me envió una señal para que la dejara en paz.