Lágrimas resbalan por sus mejillas y caen al suelo, donde forman un charco sobre el que se abalanzan los pajaritos. En el desierto de Merzouga, no se desperdicia ni una gota de nada que fluya.
Ella:
—Los hombres no lloran.
Él:
—Como el cielo, y así nos va.
Ella:
—No pienso volver, que lo sepas.
Se han criado lado a lado, en el espacio comprendido entre la palmera y el olivo. No obstante, no fue hasta que cayó la noche de su trigésimo cumpleaños que se juntaron y él le hizo una promesa. “Cuando te pierdas en el desierto, sigue mi voz.” Al día siguiente, ella le confesó que le había ayudado a escapar de una pesadilla. Tal vez sea esa pesadilla lo único que los une de veras.
Coge una silla de madera del interior y se sienta en el jardín a fumarse un cigarrillo. Supo que había ocurrido algo en cuanto lo vio aparecer. Muhammad sólo acude a él para darle malas noticias y hacía ya tiempo que no se pasaba a hacerle una visita. Esta vez se trata ...Leer más