La historia de Bater

Zoco Al-Bukhariyeh en Ammán, Jordania

Sale a la calle de madrugada; la ciudad aún duerme. Debe atravesar varios barrios para llegar al zoco de Al-Bukharia en el centro de Ammán, por cuyas estrechas y congestionadas arterias se dedica a empujar su carro y a vender las exquisitas tartas que se hallan apiladas en su interior y que cocina antes de acostarse por la noche siguiendo una receta secreta que ha confeccionado él mismo a partir del poso de sabiduría y paciencia que le han legado las vivencias que lo han marcado a lo largo de los años. Fija su mercancía cubriéndola con una fina malla anti-mosquitos.

A sus sesenta años, el padre de Bater disfruta como un enano de su día a día, lo que, a su vez, hace que las arrugas que le surcan la frente a raíz del cansancio que acumula a lo largo de la jornada parezcan menos profundas. Con una sonrisa, se para a saludar a todo el mundo durante su itinerario cotidiano por el gran zoco, en el que proliferan las tiendas que engalanan sus paredes con tapices tradicionales, ropajes con hermosos bordados y cachivaches de la antigüedad. La profusión de artículos provenientes de todos los rincones del mundo demuestra que el comercio con pueblos de otras culturas siempre ha prosperado en la región.

Así se pasa el día el padre de Bater, empujando su carro de un lado para otro mientras canturrea simpáticas tonadillas, como: “Ale, ale, desayune como un rey, con esta tarta y todas las de la ley” “Las manos tendedme y veréis, cómo con esta tarta vuestro espíritu resarciréis.” “Acércate, hermosa, que esta torta está sabrosa.” Las madres se aproximan con sus retoños para valorar hasta qué punto las tartas merecen todo el bombo que reciben. Y las tartas nunca decepcionan.

El sesentañero se detiene frente a la tienda de antigüedades para saludar al tío de Kamil, que enseguida le responde con su ronca voz y una sonrisa de oreja a oreja:

-Buenas, padre de Bater. Dios te bendiga. Entra, por favor.

Él declina su generosa oferta levantando la mano en señal de agradecimiento y prosigue su marcha trovando campechano.

El sesentañero continúa su recorrido por el zoco hasta que los abrasadores rayos del sol comienzan a ajar su mercancía. Decide entonces que ha llegado la hora de emprender el camino de vuelta. Antes de regresar a casa, se pasa por la tienda de antigüedades y llama a Bashir, un chaval de diez años. Le aprieta contra la acartonada piel de sus manos unos pocos dirhams y le dice:

-Quédatelos. Que Dios te despeje el camino.

El pálido rostro del chaval se ilumina. Está que no cabe en sí de contento, en parte por el donativo, pero fundamentalmente por las tonificantes palabras del sesentañero. El tío de Kamil comenta con evidente cariño:

-Que el Señor guíe tus pasos y te conceda mucho tiempo para disfrutar de Bater.

El padre de Bater asiente y agacha la cabeza. Se dirige entonces a la gran mezquita de Huséin para rezar antes de encerrarse en el pequeño apartamento en el que reside, en un desvencijado edificio de los alrededores.

Un día soleado, a media mañana, con el mercado en plena ebullición, después de que a todo el mundo le hubiera dado tiempo a cerciorarse de que los vendedores tenían todos, si no madera, sí vocación de cantantes de ópera, el joven Bashir llegó corriendo, con la lengua fuera y el pánico estampado en la cara a la tienda del tío de Kamil. El tío de Kamil se estremeció y gritó:

-Hijo mío, ¿estás bien?

Con un nudo en la garganta, Bashir balbuceó:

-¡El padre de Bater no está!

El tío de Kamil acarició la cabeza del muchacho para tranquilizarlo y dijo:

-Trata de pensar en otra cosa, hijo mío.

El resto del día transcurrió a paso de tortuga. El zoco parecía estar de luto por la desaparición de aquel sesetañero sin parangón.

Finalmente, el sol se metió y el tío de Kamil cerró su tienda. Tras conseguir sonsacarle la dirección a Darwish, el perfumista, cogió al chiquillo de la mano y juntos enristraron el domicilio del padre de Bater. No se demoraron por el camino. Llegaron a la casa y tocaron a la puerta con ímpetu.

El padre de Bater abrió la puerta sonriente, saludó a la pareja y la invitó a entrar y a tomar asiento en la vivienda de paredes agrietadas. Se sentaron angustiados y en silencio. El padre de Bater decidió entonces romper el hielo diciendo:

-Esta mañana me he mareado un poco al levantarme, por lo que he preferido quedarme en casa y descansar. Me ha hecho mucha ilusión vuestra visita. ¡Sed bienvenidos!

El tío de Kamil fue el siguiente en hablar:

-Estábamos preocupados por ti. Esperamos que no haya sido nada.

Acto seguido, el joven Bashir se levantó y, con extremada ternura, le plantó un beso al padre de Bater sobre la cabeza. Después dijo:

-Que Dios te conceda una larga vida. A propósito, ¿dónde está Bater? ¡Tengo ganas de conocerlo!

Durante un instante, reinó el silencio. Una nube encapotó la mirada del padre de Bater, que se posó sobre un viejo marco de fotos que colgaba de la pared y en cuyo interior había una foto de una mujer de hermosas facciones y unos treinta años de edad. Lucía un bonito vestido bordado. El padre de Bater alzó la voz y enunció:

-Tawaly, mi mujer, estaba embarazada de siete meses cuando … Dios la tenga en su gloria. Le gustaban mucho las tartas. Seguro que Bater es feliz entre las aves del cielo.

En ese momento, Bashir abrazó al padre de Bater y sentimientos convulsos invadieron las mentes de los presentes.

 

Escrito por Hedaya Razooq.

Elige tu propia aventura

La duda que queda es:

a) ¿No acaba sabiendo la vida a ceniza si hemos de heredar los nombres con los que bautizamos a las criaturas que se nos murieron en el vientre?

b) ¿Cabe el cuadro en el marco si el marco es siempre el que determina el tamaño del cuadro?