La abuela Mariam les pegó una voz y la familia, compuesta por el padre, la madre y las dos nenas, Nur y Zainab, acudió a sentarse a la mesa. El olor que despedían las empanadas de espinacas que se encontraban sobre la mesa teníalos a todos salivando. Nur, que sabía que su abuela había cocinado las empanadas expresamente por ella, se sentía agasajada. No tardó, de resultas, en zamparse la porción que le había tocado y, al ir a repetir, para que nadie le quitara su trozo, se abalanzó sobre la fuente con ímpetu, lo que le llevó a tirar sin querer su plato al suelo, que, con el impacto, se rompió en mil pedazos. Acto seguido, el padre se puso hecho una furia, porque sabía lo mucho que significaba para su madre aquel plato de bordes afiligranados con un diseño de rosas doradas, pues esta lo había heredado de su propia madre y era el que le gustaba poner a quien quería homenajear cuando servía algo especial. Por consiguiente, levantó la mano para coger ...Leer más
Eco en el desierto
Lágrimas resbalan por sus mejillas y caen al suelo, donde forman un charco sobre el que se abalanzan los pajaritos. En el desierto de Merzouga, no se desperdicia ni una gota de nada que fluya.
Ella:
—Los hombres no lloran.
Él:
—Como el cielo, y así nos va.
Ella:
—No pienso volver, que lo sepas.
Se han criado lado a lado, en el espacio comprendido entre la palmera y el olivo. No obstante, no fue hasta que cayó la noche de su trigésimo cumpleaños que se juntaron y él le hizo una promesa. “Cuando te pierdas en el desierto, sigue mi voz.” Al día siguiente, ella le confesó que le había ayudado a escapar de una pesadilla. Tal vez sea esa pesadilla lo único que los une de veras.
Coge una silla de madera del interior y se sienta en el jardín a fumarse un cigarrillo. Supo que había ocurrido algo en cuanto lo vio aparecer. Muhammad sólo acude a él para darle malas noticias y hacía ya tiempo que no se pasaba a hacerle una visita. Esta vez se trata de ...Leer más
La habitación
Cada vez que me voy a poner a escribir, mi mano se me rebela, alcanza el mando a distancia y enciende la tele. Se halla más allá de mi control. Con lo poco que tiene para ofrecerme el cacharro, no sé qué me lleva a caer en su embrujo, una vez tras otra. Digamos que me cuesta estar a lo que estoy.
Con el tiempo, el espacio que ocupa mi televisor ha ido en aumento. Yo estoy encantado, porque más pulgadas significa mayor realismo, y, sobre todo en lo que se refiere a las pelis, la diferencia se nota. Hace poco, vi una peli ambientada en el desierto. Pues, aquella noche, no pude pegar ojo de lo angustiado que me tenía que fuera a salir una serpiente venenosa de debajo de mi almohada y morderme en el cuello.
Hoy he decidido escribir sobre la soledad. Me he pasado la vida solo, pero no fue hasta que se me murió mi gata que comencé a sentirme solo de verdad. La muy torpe resbaló y se cayó del tejado. Tenía ...Leer más
Muerte súbita a cámara lenta
Cada vez que pasa por delante del edificio, se frota la espalda contra la pared en un intento de raspar la pintada con disimulo. Del dibujo ya sólo se distinguen la popa del barco y la proa del avión, pero por su afrenta habrá de seguir pagando hasta mucho después de que ya no quede ni rastro de ella sobre el muro. No siempre le sancionan a uno en esta vida el borrón y cuenta nueva. Hay manchas que no se van ni con el tiempo ni con otras soluciones abrasivas.
—¡Alto ahí! Detente si le tienes aprecio a tu vida.
Ella se sobresalta y el cubo que lleva con los tubos para aplicar henna roza accidentalmente la pared y la pringa.
—Te noto de capa caída.
Se mueve despacio, abrazando el suelo con las cuarteadas suelas de sus pies descalzos a cada paso. Va arrastrando los faldones de su túnica negra al andar, que ha tenido que ser zurcida y remendada en ocasiones múltiples. La devora al cabal, de pies a cabeza, inclusive. ...Leer más
Consideraciones de última hora
Cuando me enteré de que había conseguido la beca para continuar mis estudios en Francia, me puse a pegar brincos de emoción. Llevaba tiempo deseando emigrar al extranjero para ver el mundo. Eso sí, como era consciente de que pertenecía al grupo de los pocos privilegiados a los que se les brinda una oportunidad semejante en la vida y me sentía en deuda con el país y la gente que dejaba atrás por la educación que había recibido y las herramientas con las que se me había equipado para afrontar los desafíos que pudieran presentárseme allá a donde fuera, tuve siempre el firme propósito de convertirme un día en un hombre de provecho que pudiera limpiar la imagen que el mundo tiene de Egipto y sus habitantes, en aras de poder enorgullecer a mi pueblo. Cuando me perdía en ensoñaciones, me ponía, casi sin darme cuenta, a practicar el discurso que me imaginaba pronunciando en el futuro en la ceremonia de entrega de los premios Nobel sobre cómo, en última instancia, le debía todo cuanto había logrado en la vida a mi lugar de origen.
Al final, me ...Leer más
Nuestro reflejo
Las plazas y rotondas son donde reside el espíritu de las ciudades. Ya decía mi hermano el poeta que, para apercibirse del carácter de una ciudad, debe uno pasar tiempo en sus plazas y rotondas. Mi profesor de historia parecía compartir la opinión de mi hermano, pues solía aseverar que es justamente en las plazas y rotondas donde la muerte queda de manifiesto. Yo tuve el dudoso honor de poder corroborar dicha teoría cuando, de camino a casa un día, presencié un accidente de tráfico que se cobró la vida de un motorista en la rotonda de las Siete Fuentes. Y yo me pregunto, con lo que cuesta poner una señal de tráfico, ¿qué necesidad hay de dejar nuestro destino en manos de la ciudad, de la que sabemos que es una veleta?
Lo único que la rotonda de las Siete Fuentes de nuestra ciudad comparte con las de Alepo y Damasco del mismo nombre es precisamente eso, el nombre, pues su mecanismo de propulsión de agua se halla más tiempo roto o simplemente apagado que en ...Leer más
El traje
En Adén, mi ciudad, es como tarde en el instituto que los chavales deben comenzar a plantearse a qué se van a querer dedicar profesionalmente en el futuro. Yo no lo tenía nada claro, pero de lo que no me cabía duda era del tipo de trabajador que quería ser, a saber, de los que llevan traje, cartera de cuero, gafas de sol de marca y puede que hasta peinado de estrella de cine. Me gustaba imaginarme zangoloteando todo emperejilado por la calle.
Tras acabar el bachiller, me metí a estudiar en la universidad lo mismo que eligieron la mayoría de mis compañeros de clase y, durante la carrera, me dediqué fundamentalmente a ahorrar para poder comprarme el traje con el que deseaba poder ir ataviado a trabajar cuando me contrataran para un puesto que prescribiera un código de vestimenta que me permitiera ir hecho un pincel por la vida.
Lo primero que hice nada más licenciarme fue ir a la sastrería más chic de toda la ciudad y adquirir el traje de mis ...Leer más
Dahab
Por primera vez en su vida, Dahab iba a visitar la ciudad que le daba nombre. Se lo había puesto su padre, porque era su ciudad favorita, donde supuestamente se recluía cuando se ausentaba, que ocurría a menudo cuando ella era niña. La espera a que él regresara siempre se le hacía eterna, porque su padre nunca las avisaba de su llegada con antelación y, por lo tanto, siempre podía estar al caer en cualquier momento. Cuando finalmente se asomaba por la puerta, lo hacía con un regalo bajo el brazo. Una vez le trajo un collar de conchas; otra, una piedra con su cara grabada sobre su superficie; otra, un vestido de colores de estilo beduino tejido a mano, … Del mismo modo sorpresivo en que aparecía, volvía a desaparecer, hasta que un día se largó para no volver.
Nunca llegó a saber lo que fue de él. Según su madre, a juzgar por su estado mental y su forma de funcionar, lo probable era que hubiera acabado en alguna cuneta en mitad de ninguna ...Leer más
La vendedora de suerte
En el villorrio de Tafoughalt, que es apacible hasta límites insospechados, las novedades son asaz bienvenidas. De resultas, a los dos día de que llegara a nuestro pueblo la anciana que se anunciaba a sí misma como vendedora de suerte, la noticia ya se hallaba en boca de todo el mundo.
Vestía una túnica oscura hecha jirones, se valía de un bastón para andar y siempre llevaba bajo el brazo un trozo de papel amarillento del que se rumoreaba que se trataba de un contrato que había firmado tiempo atrás. La muy bruja parecía haber logrado engañar al paso del tiempo. En vez de adquirir definición con los años, sus rasgos faciales parecían haberla ido perdiendo. Gustaba de pegarse largas caminatas campo a través por las afueras del pueblo cuando el calor se volvía soportable. A veces, se paraba a escuchar el trinar de los piopíos. Con la sonrisa tonta y la mirada perdida que lucía en el rostro, daba la impresión de hallarse hueca por dentro. “Tan hueca como sus promesas de poder cambiarle la ...Leer más
La millonésima primera entrevista
—El día que me echó a la calle, el simpático de mi jefe arguyó para justificar el despido que yo no valía para el periodismo, porque sólo me permitía ver el mundo con buenos ojos.
Se oyeron risas del público, formado fundamentalmente por gente de letras de prestigio que había acudido a la firma de la décima edición de su libro, intitulado “Un Millón”. Él iba repeinado, perfumado y de punta en blanco. Se había preocupado incluso de ponerse una flor en la solapa de la chaqueta para lucir compuesto.
—Llevan tildándome de iluso con más o menos tacto desde que tengo memoria. Creo que se debe a que la gente espera que lo sepa todo, porque enseguida desarrollé la fea costumbre de intentar ponerlo todo en palabras.
Alguien levantó la mano y él le cedió la palabra:
—¿Cómo se le ocurrió la idea para su libro?
Señaló la ventana y, con una sonrisa, contestó:
—Me topé con la Biblioteca de Alejandría.
La gente puso cara de no saber a qué se refería, por lo que añadió:
—Decidí mudarme a Alejandría ...Leer más