Se sueña en balde

Casa Blanca

En su reloj dieron las diez y media de la noche. El señor Nostalgia se encontraba solo en la calle en penumbras, rodeado únicamente de sus bártulos. Una fuerza desconocida lo había remolcado hasta aquel lugar. Frente a él, se erguía un edificio que desprendía cierta familiaridad. Esperaba que la sensación de relajación que le transmitía lograra enfriar la bola de fuego que sentía arder en su interior. Asomó la cabeza por el portón de entrada.

Minutos más tarde se encontraba en el interior de la casa de Vida. Había llegado hasta allí siguiendo un aroma que, como una hebra de luz, lo había guiado por el tramo de escaleras. Se echó a los brazos de Vida y, acurrucado en su regazo, se sintió renacer con el mundo a sus pies. Ella se quedó estudiando su semblante, tratando de entrever su lado bueno, o, por lo menos, el que a ella le caía en gracia. Durante todo el tiempo en el que había permanecido ausente, jamás había perdido la esperanza de volver a verle. Sabía que él no ...Leer más

Nostalgia

El Qanater el Khayreyya, Egypt

La calma se cernía sobre el pueblo aquella mañana. Era el día de la fiesta de la primavera. Nuestra casa era la única con las luces encendidas. Yo había sido la primera en despertarme y, nada más salir de la cama, lo primero que había hecho había sido correr de una habitación a la siguiente a despertar a mis padres, a mi hermana y a mis hermanos.

-¡Ale, en pie, hora de irse!

Mientras esperaba a que mi familia acabara de vestirse y acicalarse, me dediqué a atiborrar la mochila de bocatas y a meter botellines de agua y latas de Pepsi en bolsas de plástico. En cuanto mi padre hubo acabado de bregar con sus intestinos, cerramos la puerta y nos fuimos.

Poco antes del mediodía, llegamos a una ciudad que bullía de gente. Nos apeamos delante de un puente larguísimo, cuyos pilares hendían el agua.

Miré a mi padre.

-¿Son estos los Puentes Benevolentes? -pregunté.

-Equilicuá.

Nos detuvimos a contemplar las aguas cristalinas y otros puentes, cuyos arcos parecían portales por los que atravesaba el ...Leer más

La OEA, el porro y el anciano turco

La plaza de los Mártires, Trípoli, Libia

Esta historia trata de dos personas que, pese a compartir el 25 % de su material genético, pertenecieron a generaciones que parecen haber vivido en eras distintas. Sara se encontraba en una gran plaza que había cambiado de nombre varias veces a lo largo de la historia. Era la más grande y la más famosa de la ciudad. Frente a ella, se erguía un edificio que se remontaba a época preislámica. Asimismo, otro de los edificios que bordeaban la plaza, el rojo, lucía una inscripción que indicaba que el monumento databa de antes de Cristo, o, lo que venía a ser equivalente, de antes incluso de que se comenzara a registrar el paso del tiempo.

Sara se hallaba esperando al tipo con el que había quedado para que le vendiera un canuto de María. Por aquellos lares, estaba fatal visto que las mujeres fumaran hierba, que fumaran, a secas, fuese lo que fuere. Fumar estaba terminantemente prohibido. Cuarenta años atrás, Sara quedaba con sus amigas para fumar en ese mismo lugar. Por aquel ...Leer más

Reacción visceral a la atrabilis

Nile at night with boats, Cairo, Egypt

Era de noche. Sami se hallaba sentado en el parque de la isla del Nilo que se encuentra frente a la Ópera de Egipto. A su alrededor se erguían rascacielos y flotaban barcos que esmaltaban de azul eléctrico las oscuras y tranquilas aguas del Nilo. De fondo, tronaba la machacante música que despiden los atavoces de los barcos que organizan recorridos por el Nilo para turistas y locales, a los que se apuntan todos aquellos que desean olvidarse durante un rato del suplicio que supone tener que vivir día tras día acoplado a la maquinaria de la realidad que hace emparedados con el libre albedrío del individuo, y que, lamentablemente, no duran más que media hora a lo sumo.

De todas formas, Sami no estaba al chunda chunda. Se había puesto sus cascos para escuchar la música que se había descargado de Internet, ese universo paralelo en el que uno se puede guarecer del régimen totalitario que impone el mundo real, en el que uno puede saltarse sus normas, ...Leer más

La vaca

habitantes de imilchil

Un día, el patriarca, el jeque del pueblo, anunció:

-Pasado mañana nuestro pueblo recibirá visita de una delegación gubernamental de alto rango que ha sido comisionada para informar de nuestros malestares a los órganos de decisión de las altas esferas. Debemos darles la bienvenida como corresponde y organizar una fiesta de una fastuosidad sin precedentes en la historia de nuestro pueblo. A tal fin, debemos sacrificar una vaca «de un color llamativo que deleite la vista de los presentes» (El Corán, azora 2, aleya 69).

En ese momento, intervino el palurdo del pueblo:

-Y, ¿dónde habremos de dar con una vaca de semejantes características?, oh, gran jeque.

-Una pregunta muy atinada. Veo que eres más espabilado que la mayoría de los zoquetes de por estos pagos.

Se puso el jeque entonces a rumiar su respuesta y, de pronto, vio cómo la anciana del pueblo subía bamboleándose por la ladera de la montaña con su burro, que constituía cuanto le había legado su difunto marido, pues este había resultado ser estéril. Emulando a Arquímedes en el momento en el que, ...Leer más

El extranjero

Tombstone of Port Saids cemetery, Egypt

La historia de mi ciudad comenzó a escribirse con el primer golpe de piqueta que se dio para cavar el canal de Suez. No tardaron en arribar a sus costas tanto egipcios como extranjeros, en la esperanza de labrarse un futuro en sus tierras. Muchos se acabaron quedando hasta expirar su último aliento de vida.

Si uno callejea por el extremo occidental de la ciudad, enseguida se topa, en la zona de acceso a la Playa Bonita, con la cancela de entrada al cementerio de la ciudad antigua de Puerto Saíd. El cementerio se divide en distintas secciones: la de los difuntos de la Mancomunidad de Naciones, la de los católicos, la de los ortodoxos y, por último, las cinco pertenecientes a los musulmanes. Además, el recinto ha sido ampliado recientemente para incluir cinco secciones adicionales en el arrabal de Abu Auf.

Nada más adentrarme en la sección del cementerio reservada a los extranjeros, tropecé con una lápida cuya emotiva inscripción rezaba:

“Querido hijo mío / descansa en paz / en esta tierra extraña / tan distante / de ...Leer más

Mi padre y la cornisa del Mansurá

Atardecer sobre la cornisa del Mansurá

Aquella tarde de los años ochenta, se le veía cambiado. Su complexión delgada, su voz ronca y su mirada severa parecían pertenecer a otro, al típico hombre que uno hubiera esperado encontrarse en la cornisa del Mansurá una tarde de los ochenta. No es que yo fuera especialmente avispado, cualquier niño de primaria se habría percatado al instante de que a mi padre le pasaba algo. Se le veía como abstraído, distante. Definitivamente, mi padre no era el de siempre. Nos hallábamos, como de costumbre, deambulando despreocupadamente por la ribera del Nilo, deteniéndonos a intervalos a observar la orilla de enfrente, cuando, de pronto, una voz extraña salió despedida de sus labios e irrumpió en el espacio exterior:

-Esta es la mezquita de Al-Banna.

Dirigí la mirada hacia donde parecía haber depositado la suya propia. La cúpula resplandecía verde, regia, solemne, en medio de la oscuridad que se cernía sobre el barrio de Talkha, en el que se emplazaba la mezquita. Su voz sonaba más pausada de lo habitual. Su serenidad me ...Leer más

La Madre del Burro

hombre en el Cairo con sacos de arena de fondo

Como el resto de los trabajadores del bufé, yo seguía al pie de la letra las instrucciones que dispensaba el barrigudo de mi jefe, que, con la panza que lucía, a más de uno que no lo conociera al verlo por vez primera debía de haberle dado la impresión de que regentaba una posada para tenias de buen comer en su intestino. Como me tenía una tirria loca, había decidido convertirse en mi sombra. De hecho, no creo que ni las sombras se tomen su trabajo de fungir de tales tan a pecho. Hasta ellas deben de hartarse de tanto en tanto de estar todo el día con la nariz pegada al culo del prójimo. Y eso que yo soy la diligencia en persona. En cuanto veo que los comensales dejan los cubiertos sobre el plato, los retiro de las mesas a toda prisa y me dirijo con ellos hacia la cocina, que nadie se ha tomado ni el tiempo ni la molestia de abastecer de la jarcia necesaria para ...Leer más

Aspira a hacer realidad tus sueños

Acre, Israel

Mi trágica historia se remonta a 1948, el año en que mi pueblo fue condenado al exilio. Yo me hallaba sentado con mis hijos frente a la chimenea, bebiendo té a sorbos para entrar en calor. Alguien comenzó a aporrear la puerta con tal vehemencia que, por un momento, pensé que esta iba a ceder y romperse en mil pedazos. Mi mujer y mis hijos corrieron a esconderse en un rincón de la casa y yo abrí la puerta. Se trataba de un grupo de soldados israelís. Antes siquiera de que pudiera abrir la boca y preguntar por el propósito de su visita, uno de los soldados me ordenó en árabe que abandonara mi domicilio. Mi corazón me dio un vuelco. ¿Qué les iba a decir a mis hijos? ¿A dónde íbamos a marcharnos?

Al relatarle a mi esposa lo sucedido, esta prorrumpió en llanto. En aquel momento, me limité a hacer lo único que estaba en mi mano, dadas las circunstancias. La estreché contra mí y traté de consolarla diciendo:

-No desesperes aún, mujer. Con la ayuda de Dios, ...Leer más

La revolución a la vuelta de la esquina

Shanrah Al Bahreyah, cerca de Tanta, Egipto

“En nuestro pueblo nada se halla fuera de sitio, todo se amolda al orden preestablecido. El río, los árboles, las antiguas casas rurales, … Todo está diseñado para encajar a la perfección. Los jilgueros gorjean melódicamente y saltan de rama en rama con la brisa matutina que remolca el aroma de la albahaca mientras el rocío corusca en las hojas de los árboles. Dudo mucho que un pintor pueda reproducir semejante belleza en un cuadro, por muy diestro que sea.

Sobre el pueblo reina la paz, una paz más pura, si cabe, que la del propio concepto, que no siempre se presta a ser sintonizado. En este paraíso terrenal, sin embargo, jamás he llegado a escuchar nada que me chirriara. Los árboles también respetan la paz, por ellos y por la gente del pueblo. Salvo por los niños, que parten algunas ramas para construir cometas, nada perturba la paz.”

De pronto, comenzó a soplar un fuerte viento cargado de polvo que me arrancó de mis ensoñaciones. Vi entonces llegar al ...Leer más

Elige tu propia aventura

Es sensato asumir que no todos los extranjeros te desean una larga vida si la lengua que te permite procesar tu realidad te impide ver

a) que le debemos nuestras facultades para mantenernos al tanto de los acontecimientos que se dan en nuestra realidad, que se halla en constante cambio, a la presión que ejerce lo desconocido sobre lo consabido.

b) que todos, en ocasiones, nos volvemos ajenos a nosotros mismos.