Este relato está inspirado en la historia del castillo de la ciudad de Belmour, que pertenecía a la provincia de Tamascani durante el Imperio Romano.
Amanece sobre la mágica ciudad de Sidi Okba. Bella, la romana, canta y baila al son de la armonía que tañe la brisa matutina al acariciar las copas de los árboles. Sabe que puede pedirle a su padre la luna en cuanto se le antoje, que subiría al firmamento a conseguírsela. Cuanto se extiende hasta donde alcanza la vista le pertenece. Puede respirar tranquila en la certeza de que nunca le faltara de nada.
Pero no te preocupes, Sidi Okba, tú también puedes. Nosotros nos ocupamos de que nadie le eche el ojo a la tierra de nuestros antepasados, en la que tenemos pensado plantar y regar la esperanza que hemos depositado en el futuro.
Los castillos que se yerguen en sus inmediaciones se pavonean más altivos incluso, si cabe, que los descendientes de quienes los edificaron. Con la tralla que llevan, combatiendo las inclemencias del tiempo y resistiendo el deterioro, normal que se ...Leer más