Ganador del segundo premio del concurso literario «Dos mil noches y un amanecer»
Corre, descalzo. Sus dos perseguidores le pisan los talones. Vista desde arriba, la ciudad parece de color blanco, pero, a pie de calle, las paredes y las puertas de las casas se revelan azul zafiro. Para darles esquinazo, trata de elegir las callejuelas por las que se mete de forma que su trayectoria parezca lo más aleatoria posible. Al mismo tiempo, no obstante, no puede permitirse olvidarse de por donde tuerce cada vez, pues teme que, de perderse por el laberíntico entramado de las travesías de esta localidad, ni el Altísimo pueda mostrarle la salida.
Lo probable es que los fundadores de esta ciudad también se hubieran hallado huyendo de algo. De lo contrario, no se habrían molestado en construir la ciudad sobre un desfiladero; en vez, la habrían erigido en un valle o a la orilla de un río.
Lo bien que le vendría en estos momentos poseer en la cima de un pico una fortaleza azul inexpugnable donde poder ponerse a refugio.
Llega ...Leer más