Una sonrisa radiante irradía simpatía. Los ojos son, por un lado, las ventanas del alma y, por el otro, los cañones que, disparando miradas tórridas, desarman corazones introvertidos. Al encuentro acuden las ganas de reír, llorar y aguantar la respiración.
Ahora que he encerado y acerado mis armas de seducción, ya estoy listo para entrar en acción. Miro la hora. Todavía queda tiempo. Estudio mi aspecto en el reflejo que me devuelve la luna de un coche aparcado en la acera. Reparo en que el viento me ha enredado ligeramente el pelo. Me saco un peine del bolsillo y trato de arreglarme el estropicio capilar. Echo un vistazo a mis zapatos. Su aseo deja que desear. Me agacho y, con un pañuelo de papel, los lustro hasta dejarlos en un pispás como los chorros del oro.
Primero pasearemos un rato lado a lado junto al Nilo. Al deslizar ella su mirada por el atardecer, sus ojos se teñirán de azul crepuscular, su sedoso cabello brillará con aún mayor intensidad, si cabe, que de costumbre, y su largo cuello se enunciará como el summum ...Leer más