Me despierto de golpe, del hambre voraz que siento, no de nada que se pueda adquirir en el súper precisamente. Me estiro, miro la hora que es y decido ponerme en marcha del tirón. No hay tiempo que perder. Me espera un día trepidante cuando menos, pues he quedado con Luisa para después de comer. Es la primera vez que una chica me invita a catar sus carnes. Se me erizan los pelillos de la espalda sólo de pensarlo. Me ha dicho de quedar en Le Bungalow, que es una urbanización turística que suele estar vacía en verano, y yo, claro está, he accedido encantado. Tengo entendido que, a mi edad (acabo de cumplir los veinte), es normal que a los hombres, cuando se les pincha, les salga blanco. Ahora es cuando toca demostrar lo que uno puede y vale, sobre todo en una ciudad con tanto ambiente como esta, en la que todo el mundo está venga a medírsela. Yo, por lo menos, paso de ser el pringado que encaja a la perfección en la definición que Colin Wilson da del hombre mediocre.
Bajo por ...Leer más