Cita con el paraíso

Skikda, Algeria

Todo ocurrió en menos que canta un gallo. Había salvado el pellejo por el medio metro que había cubierto en su descenso a la playa y que en el momento culmen mediaba entre él y el lugar en que la apoteosis había hecho acto de presencia. Las víctimas se contaban en decenas, los ataúdes del cortejo fúnebre desfilaban uno tras otro por toda la ciudad, y la asistencia sanitaria se hallaba colapsada. Para no faltar al honor de ser considerada una ciudad árabe que se precie de serlo, Skikda no escatimó en recursos para proveer de fastuosidad, pompa y circunstancia a la celebración que acompañó la inauguración del nuevo cementerio comunal. Rodeada de tiendas de ultramarinos, la mezquita del barrio observaba el espectáculo de luces y sonidos desde la acera de enfrente con estoicismo espartano.

La calle Mourad Didouche, que, por mucho que le pesara, pasaría a la historia con el apodo que le dieron los franceses, “Les R4”, amaneció como de costumbre con la llamada a la oración del rayar del alba. Con detenimiento ...Leer más

La sombra de una mujer

Paisaje campestre en Terrai Baiean, pueblo de Argelia

El invierno arremete contra el mundo, que se arrebuja en sus zamarras. Vierte el frío sobre los montículos rurales, la tierra que rezuma el agradable aroma de la arcilla, el sudor de su gente. En el valle, una vez aireados los trapos sucios de las humildes casas de adobe, poco queda que mantener bajo llave de puertas adentro. La gente mastica los secretos ricos en fibra que, con la miseria que hornea su pan de cada día como caldo de cultivo, acaban por inyectar el caos en el tejido de su ajetreado trajín cotidiano. Cerca, el río se contorsiona con una corriente preñada de enigmas que engarzan ambas orillas, realidad y fantasía. En el delta, germina la ingenuidad de aquellos que creen poder permitirse soñar. A la sombra de un pórtico desportillado, la nostalgia se bifurca en convulsos arroyos púrpura. El durmiente continua soñando largamente hasta despertar, al cabo, a las puertas de un escándalo.

Encandilado con el falso esplendor de la civilización, regresó de su estancia en el extranjero con una fulana ...Leer más

Blida, mi ciudad: la puerta de entrada a mi patria

Blida, ciudad argelina de origen andalusí

A Wasim no le iba a resultar fácil dar con la cuna de su historia, en la que radicaba la casa de sus abuelos, dado que apenas sabía nada de su lugar de origen. No obstante, conocer a Samir le hizo albergar esperanzas de llegar a lograrlo. Wasim rondaba los veinte, mientras que Samir tenía treinta años largos de talle.

Antiguamente, Blida era un ciudad conocida por las rosas que proliferaban en cada una de sus esquinas, por lo que Samir no tuvo más que mandar a Wasim que preguntara a los perfumistas por el lugar de procedencia de sus mejores rosas. Su periplo en pos de las flores y las rosas de las que se extrae la fragancia más exquisita había partido de las calles de París y le había llevado a dar con un perfumista que le propuso que se quedara a trabajar para él durante un mes, fines de semana incluidos, a cambio de que, al finalizar dicho periodo de tiempo, el perfumista le transportara a la ciudad de sus antepasados. Él aceptó el ...Leer más

El náufrago respira

Paisaje campestre del norte de Argelia, entre las aldeas de Mila, Ain Tinn y Sidi Khelifa

Se detuvo a contemplar el rifle de él, que colgaba de la pared de los recuerdos. Despertaba su pasado, que le abría las puertas de par en par. Fue cruzar el umbral y salir en desbandada tras las palomas. El movimiento de las nubes cogía vuelo en el cielo de mediodía. Tropezó al oír de repente un disparo pasar rasándola. Su silbido le recordó el bramido de las bahías encalladas en su fuero interno y le hizo temblar. Sabía que la bala del cazador siempre daba en el blanco, como si la hubiera abatido a ella, en vez de a esa paloma que se ahogaba en su sangre. De repente, sintió una mano posarse sobre su hombro. Se giró, pero no vio a nadie. Respiró hondamente y suspiró por la tubería de su corazón. Se trataba de su fantasma, el de él, que la redimía del calvario de recordar. Se incorporó y su mano arrancó la cancela de la cueva, que continuaba tañendo el himno ...Leer más

Elige tu propia aventura

No le entusiasmaba la idea de dar a luz a

a) un recuerdo constante de la zafiedad de su difunto marido.

b) una razón para permanecer con vida.