Desde la ventanilla del avión, se vislumbraba mi ciudad natal, Sanaa, tenuemente iluminada, pese a ser de noche. Unos minutos más tarde, iniciamos el descenso. Nada más aterrizar, nos subimos a un taxi y le pedimos al conductor que nos llevara al hotel Dawood, situado en el centro histórico de la ciudad, que era donde habíamos reservado alojamiento mi amigo alemán y yo. Al llegar, vi que tenía el letrero escrito en tres idiomas distintos, lo cual me gustó, porque me pareció señal de que el negocio se hallaba volcado en atraer turismo internacional. Entramos y pedimos que nos asignaran habitaciones contiguas.
Era tarde y estábamos tan hechos polvo del viaje, que caímos rendidos en cuanto entramos en nuestras respectivas habitaciones. A la mañana siguiente, nos levantamos temprano para salir a descubrir la ciudad. Mi amigo me estuvo contando lo que había leído acerca de la ciudad mientras nos la pateábamos. En cuanto comenzó a sonar a mediodía la llamada a la oración de los altavoces instalados en lo alto de los minaretes, todos los ...Leer más