Un día, el patriarca, el jeque del pueblo, anunció:
-Pasado mañana nuestro pueblo recibirá visita de una delegación gubernamental de alto rango que ha sido comisionada para informar de nuestros malestares a los órganos de decisión de las altas esferas. Debemos darles la bienvenida como corresponde y organizar una fiesta de una fastuosidad sin precedentes en la historia de nuestro pueblo. A tal fin, debemos sacrificar una vaca «de un color llamativo que deleite la vista de los presentes» (El Corán, azora 2, aleya 69).
En ese momento, intervino el palurdo del pueblo:
-Y, ¿dónde habremos de dar con una vaca de semejantes características?, oh, gran jeque.
-Una pregunta muy atinada. Veo que eres más espabilado que la mayoría de los zoquetes de por estos pagos.
Se puso el jeque entonces a rumiar su respuesta y, de pronto, vio cómo la anciana del pueblo subía bamboleándose por la ladera de la montaña con su burro, que constituía cuanto le había legado su difunto marido, pues este había resultado ser estéril. Emulando a Arquímedes en el momento en el que, ...Leer más