La vaca

habitantes de imilchil

Un día, el patriarca, el jeque del pueblo, anunció:

-Pasado mañana nuestro pueblo recibirá visita de una delegación gubernamental de alto rango que ha sido comisionada para informar de nuestros malestares a los órganos de decisión de las altas esferas. Debemos darles la bienvenida como corresponde y organizar una fiesta de una fastuosidad sin precedentes en la historia de nuestro pueblo. A tal fin, debemos sacrificar una vaca «de un color llamativo que deleite la vista de los presentes» (El Corán, azora 2, aleya 69).

En ese momento, intervino el palurdo del pueblo:

-Y, ¿dónde habremos de dar con una vaca de semejantes características?, oh, gran jeque.

-Una pregunta muy atinada. Veo que eres más espabilado que la mayoría de los zoquetes de por estos pagos.

Se puso el jeque entonces a rumiar su respuesta y, de pronto, vio cómo la anciana del pueblo subía bamboleándose por la ladera de la montaña con su burro, que constituía cuanto le había legado su difunto marido, pues este había resultado ser estéril. Emulando a Arquímedes en el momento en el que, ...Leer más

El extranjero

Tombstone of Port Saids cemetery, Egypt

La historia de mi ciudad comenzó a escribirse con el primer golpe de piqueta que se dio para cavar el canal de Suez. No tardaron en arribar a sus costas tanto egipcios como extranjeros, en la esperanza de labrarse un futuro en sus tierras. Muchos se acabaron quedando hasta expirar su último aliento de vida.

Si uno callejea por el extremo occidental de la ciudad, enseguida se topa, en la zona de acceso a la Playa Bonita, con la cancela de entrada al cementerio de la ciudad antigua de Puerto Saíd. El cementerio se divide en distintas secciones: la de los difuntos de la Mancomunidad de Naciones, la de los católicos, la de los ortodoxos y, por último, las cinco pertenecientes a los musulmanes. Además, el recinto ha sido ampliado recientemente para incluir cinco secciones adicionales en el arrabal de Abu Auf.

Nada más adentrarme en la sección del cementerio reservada a los extranjeros, tropecé con una lápida cuya emotiva inscripción rezaba:

“Querido hijo mío / descansa en paz / en esta tierra extraña / tan distante / de aquellos ...Leer más

Mi padre y la cornisa del Mansurá

Atardecer sobre la cornisa del Mansurá

Aquella tarde de los años ochenta, se le veía cambiado. Su complexión delgada, su voz ronca y su mirada severa parecían pertenecer a otro, al típico hombre que uno hubiera esperado encontrarse en la cornisa del Mansurá una tarde de los ochenta. No es que yo fuera especialmente avispado, cualquier niño de primaria se habría percatado al instante de que a mi padre le pasaba algo. Se le veía como abstraído, distante. Definitivamente, mi padre no era el de siempre. Nos hallábamos, como de costumbre, deambulando despreocupadamente por la ribera del Nilo, deteniéndonos a intervalos a observar la orilla de enfrente, cuando, de pronto, una voz extraña salió despedida de sus labios e irrumpió en el espacio exterior:

-Esta es la mezquita de Al-Banna.

Dirigí la mirada hacia donde parecía haber depositado la suya propia. La cúpula resplandecía verde, regia, solemne, en medio de la oscuridad que se cernía sobre el barrio de Talkha, en el que se emplazaba la mezquita. Su voz sonaba más pausada de lo habitual. Su serenidad me ...Leer más

La Madre del Burro

hombre en el Cairo con sacos de arena de fondo

Como el resto de los trabajadores del bufé, yo seguía al pie de la letra las instrucciones que dispensaba el barrigudo de mi jefe, que, con la panza que lucía, a más de uno que no lo conociera al verlo por vez primera debía de haberle dado la impresión de que regentaba una posada para tenias de buen comer en su intestino. Como me tenía una tirria loca, había decidido convertirse en mi sombra. De hecho, no creo que ni las sombras se tomen su trabajo de fungir de tales tan a pecho. Hasta ellas deben de hartarse de tanto en tanto de estar todo el día con la nariz pegada al culo del prójimo. Y eso que yo soy la diligencia en persona. En cuanto veo que los comensales dejan los cubiertos sobre el plato, los retiro de las mesas a toda prisa y me dirijo con ellos hacia la cocina, que nadie se ha tomado ni el tiempo ni la molestia de abastecer de la jarcia necesaria para ...Leer más

Aspira a hacer realidad tus sueños

Acre, Israel

Mi trágica historia se remonta a 1948, el año en que mi pueblo fue condenado al exilio. Yo me hallaba sentado con mis hijos frente a la chimenea, bebiendo té a sorbos para entrar en calor. Alguien comenzó a aporrear la puerta con tal vehemencia que, por un momento, pensé que esta iba a ceder y romperse en mil pedazos. Mi mujer y mis hijos corrieron a esconderse en un rincón de la casa y yo abrí la puerta. Se trataba de un grupo de soldados israelís. Antes siquiera de que pudiera abrir la boca y preguntar por el propósito de su visita, uno de los soldados me ordenó en árabe que abandonara mi domicilio. Mi corazón me dio un vuelco. ¿Qué les iba a decir a mis hijos? ¿A dónde íbamos a marcharnos?

Al relatarle a mi esposa lo sucedido, esta prorrumpió en llanto. En aquel momento, me limité a hacer lo único que estaba en mi mano, dadas las circunstancias. La estreché contra mí y traté de consolarla diciendo:

-No desesperes aún, mujer. Con la ayuda de Dios, ...Leer más

La revolución a la vuelta de la esquina

Shanrah Al Bahreyah, cerca de Tanta, Egipto

“En nuestro pueblo nada se halla fuera de sitio, todo se amolda al orden preestablecido. El río, los árboles, las antiguas casas rurales, … Todo está diseñado para encajar a la perfección. Los jilgueros gorjean melódicamente y saltan de rama en rama con la brisa matutina que remolca el aroma de la albahaca mientras el rocío corusca en las hojas de los árboles. Dudo mucho que un pintor pueda reproducir semejante belleza en un cuadro, por muy diestro que sea.

Sobre el pueblo reina la paz, una paz más pura, si cabe, que la del propio concepto, que no siempre se presta a ser sintonizado. En este paraíso terrenal, sin embargo, jamás he llegado a escuchar nada que me chirriara. Los árboles también respetan la paz, por ellos y por la gente del pueblo. Salvo por los niños, que parten algunas ramas para construir cometas, nada perturba la paz.”

De pronto, comenzó a soplar un fuerte viento cargado de polvo que me arrancó de mis ensoñaciones. Vi entonces llegar al ...Leer más

El deseo sagrado

Checkpoint al sur de Sheikh Zuweid, en la Península del Sinaí

El incesante tiroteo es atronador. El calor abrasador calcina cuanto toca. El viento huracanado bate la arena. Este recodo de la Península del Sinaí, junto al puesto de vigilancia al sur de Sheikh Zuweid, se ha convertido en el escenario de una pesadilla. Los sacos de arena que revisten el pequeño edificio le confieren pergeño de fortaleza. En su acorazado corazón palpitan jadeos y lamentos ahogados. Si uno saca los prismáticos, puede ver a un soldado moribundo agarrándose la tripa aovillado en el suelo. Tiene el chaleco empapado en sangre. La sangre resbala por su mano y gotea sobre el polvoriento asfalto. Su compañero, que yace encogido a su lado, ya ha pasado a mejor vida. La mitad de sus sesos descansan en un charco de un inquietante color púrpura. El soldado malherido lanza una mirada aterrada y suplicante al joven comandante, que, a su vez, yace postrado frente a él, asiendo una ametralladora con ambas manos y tal garra que parece haber depositado sus esperanzas de supervivencia en ...Leer más

La historia de Bater

Zoco Al-Bukhariyeh en Ammán, Jordania

Sale a la calle de madrugada; la ciudad aún duerme. Debe atravesar varios barrios para llegar al zoco de Al-Bukharia en el centro de Ammán, por cuyas estrechas y congestionadas arterias se dedica a empujar su carro y a vender las exquisitas tartas que se hallan apiladas en su interior y que cocina antes de acostarse por la noche siguiendo una receta secreta que ha confeccionado él mismo a partir del poso de sabiduría y paciencia que le han legado las vivencias que lo han marcado a lo largo de los años. Fija su mercancía cubriéndola con una fina malla anti-mosquitos.

A sus sesenta años, el padre de Bater disfruta como un enano de su día a día, lo que, a su vez, hace que las arrugas que le surcan la frente a raíz del cansancio que acumula a lo largo de la jornada parezcan menos profundas. Con una sonrisa, se para a saludar a todo el mundo durante su itinerario cotidiano por el gran zoco, en el que proliferan las tiendas que ...Leer más

Deus ex machina

Sabeel AlHoriyat, Amman, Jordan

¡Era un incordio tener que estar venga a brincar por encima de las patorras de aquel viejales tirado sobre la acera! No obstante, nunca le daba tiempo a recriminarle su falta de civismo, porque, siempre que se topaba con él, lo que primaba era evitar que sus perseguidores le echaran el guante. Para sisar con arte había que aprender a ser ágil y a volverse invisible. A tal efecto, solía llevar un pañuelo ocultándole la parte inferior del rostro. A fin de cuentas, el viejales, que se conocía el casco antiguo de Ammán como la palma de su mano y por cuyas venas corría el alma de la ciudad, estaba en su derecho de repantingarse donde le diera la real gana, un derecho que no se privó de ejercer en ningún momento, hasta que Ahed le ofreció una alternativa a su indigente trashumancia.

Se ganaba la vida con la mendicidad, ocupación para la que tampoco venía mal saber pasar desapercibido. Le gustaba haraganear por el zoco de las verduras. Para evitar que el sol añadiera más patetismo al ...Leer más

El fattoush

El funeral de un mártir en Duma, cerca de Damasco, Siria

Cualquier parecido con la realidad es extremadamente intencionado.

1

Diab me visitó en sueños y me pidió que le hiciera un plato de fattoush. Enseguida llamé a la madre de Sami para que me echara una mano.

2

Las dos mujeres comenzaron a preparar el fattoush para el joven, que había muerto hacía dos meses. Esa misma tarde, la madre de Sami escribió en su muro de Facebook: “A veces pienso en el desgaste emocional que comporta cocinar, cantar y bailar para invitados que nunca llegan a hacer acto de presencia. No sólo no llegan a aparecer, sino que además nos ponen de manifiesto su ausencia. Hoy me he acordado de los rasgos que memoricé en su día de la poesía que versaba sobre la ausencia y la presencia. Después me he volcado en aprestar el fattoush para Diab, al que no tuve el placer de conocer. Sé cómo murió y conozco su cara de haberla visto en dos fotos. Una es la que cuelga de la ...Leer más

Elige tu propia aventura

El deseo de arrebatarle la vida a otro ser humano obedece servilmente

a) a la inclinación que sentimos los seres humanos a restablecer el equilibrio del universo o, al menos, el de aquel que tiene la pinta que creemos que debería presentar.

b) al instinto animal que habita en nosotros y nos ciega con la promesa de un porvenir en el que se celebra la distinción entre el bien y el mal.