Me mudé a uno de los enclaves turísticos para encontrar empleo y, de facto, conseguí un trabajo como guarda de seguridad en uno de los hoteles de la ciudad de Sharm el-Sheij. El puesto era para cubrir el turno de noche, lo cual me alegró, porque, ¿qué hay mejor que poder disfrutar de la playa en soledad, con esos turquesas que se difuminan para componer un cuadro de belleza sin igual?
Como el hotel se hallaba emplazado en lo alto de una colina, tenía vistas que daban al mar, que quedaba debajo. Me dije a mí mismo: “¡Qué fabuloso es este trabajo que me ahuyenta el cansancio de delante de los ojos y me permite sobrevolar el mar desde lo más alto como si fuera un pájaro!”
No obstante, siempre permanecía en vilo y avizor de que nada enturbiara la calma de los huéspedes del hotel. Sobre todo, porque, al fin y al cabo, eran extranjeros que habían viajado desde tierras harto remotas hasta aquel lugar para encontrar algo de paz. ...Leer más