La letra del canto de sirena

Juliyana Beach, Benghazi, Libya

Me senté en una cafetería a contemplar el atardecer sobre el mar, que se hallaba en calma. A esa hora, casi todo el mundo había emprendido ya el camino de vuelta a casa. Por la ventana abierta del café, llegaba el olor a pescado frito de los chiringuitos de playa, y eso que apenas corría nada de aire. De fondo, sonaba música de cámara. Me puse a leer un libro sobre la historia de Libia y, de pronto, di con un párrafo que me llamó especialmente la atención. Rezaba:

“Cuenta la leyenda que Playa Juliyana le debe su nombre a la hija mayor del cónsul inglés que tenía Libia en 1850. Al parecer, la joven, que era un auténtico bombón rubio de diecisiete primaveras al que todo el mundo adoraba, se fue un día a pegar un baño al mar y se ahogó. Fue precisamente para honrar su memoria que se le cambió el nombre a la playa donde el mar devolvió su cuerpo.”

Para cuando salí de la cafetería, ya era noche cerrada. Decidí ...Leer más

La gaviota, divina como ella sola

Port El Jebeha, El Jebha, Morocco

La gaviota clavó su mirada en mí y el tiempo se detuvo. De pronto, comenzó a faltarme el aire. Mi alma se me figuraba, de golpe, corpórea, tridimensional, de ancha como el cielo y de profunda como el mar. Con el miedo que me dan las alturas, jamás pensé que llegaría el día en que, por desentrañar lo que encierra la mirada de una gaviota, estaría dispuesto a encaramarme a un estrecho muro de cuatro metros de altura y ponerme a hacer equilibrismos sobre él.

Las olas rompen en el embarcadero. La Playa de las Gaviotas es, en lo que a mí respecta, una auténtica joya. Es prácticamente virgen. Tan sólo la frecuentan unos pocos pescadores, las mujeres que se han quedado suspirando en la orilla por el retorno de sus maridos, que se aventuraron en su día a adentrarse en alta mar, y los jóvenes que se sientan en la arena a fumar canutos y rumiar acerca de su futuro con la mirada perdida en el horizonte. En días despejados, se ...Leer más

Gracias

Nablus, West Bank

Gracias.

Dos montes, el Ebal y el Gerizim, uno frente al otro, uno oscuro y deshabitado, y el otro, poblado y animado. Los caminos se hallan infestados de apóstatas que ahora se dedican a aullar al vacío y sólo los lugareños saben cómo sortear sus emboscadas. Desde donde se encuentra, se ve la ciudad que se extiende en el valle. Sus luces brillan, ora como fuegos fatuos, ora como la bisutería engastada en un vestido de novia. Las nubes que se deslizan sobre ella se tornan del color púrpura de lo derramado en pos de la independencia.

Se había pasado los últimos años haciendo oídos sordos al grito de auxilio de su gente, todo para, al final, darse la vuelta un día y hallarse completamente sola. Fue entonces cuando decidió regresar a la ciudad de la que conservaba un recuerdo agridulce. Había sido un arduo camino de vuelta y tener que escalar hasta la cima del monte no había ayudado a efectos de aligerarle la carga que llevaba sobre los hombros. Pero ahora ya estaba allí, frente a ella, para ...Leer más

Corazón robado

Khenifra, Morocco

No sabría decir cuándo fue exactamente que me enamoré perdidamente de Oum Er-Rbia, el río que atraviesa Jenifra, mi ciudad. Tal vez fuera una de esas tardes que pasé a sus orillas con mi familia o tal vez la primera vez que probé la carne de uno de los peces que nadan en sus aguas. El caso es que, siempre que me sentía flojo de ánimo, escogía uno de los cinco puentes que hay en mi ciudad para pasar la tarde contemplando el río desde él, esperando que la cadencia de la corriente me purgara el espíritu y la moral.

Así es como la conocí a ella, pues también gustaba de echar la tarde mirando al infinito sobre un puente. Fui yo quien inició conversación. Se llamaba Nisreen, se hallaba cursando bachiller y vivía cerca del río, aunque se decantara por observarlo desde un puente.

Una noche de invierno que llovía a cántaros, se desbordó el río y sus aguas inundaron el primer piso de todas las casas en las inmediaciones. Fue el bailoteo que ...Leer más

Inocencia incólume

Esta historia se halla inspirada en la masacre que he visto en las noticias que ha ocurrido en Mabuja, que es un pueblecito sirio con mucho encanto que tuve el placer de visitar en el viaje que hice al país años atrás.

Me balanceo suavemente con mi ángel de tres añitos recién cumplidos en el regazo, en un intento de sosegarla y adormecerla. No ayuda que las paredes sean de papel y fuera se esté desatando una hecatombe de proporciones bíblicas y niveles de decibelios por las nubes. Una explosión hace temblar la casa y despierta a mi niña, que prorrumpe nuevamente en llanto. Me pongo entonces a cantarle en voz baja, al tiempo que le acaricio su sedosa cabellera. Me envuelve el dedo con su manita, me mira con ojos inundados en lágrimas y me lo estruja. Yo asiento con la cabeza; sé que es su forma de suplicarme que la mantenga a salvo. El ataque a nuestro pueblo ha comenzado al caer la noche. Yo me he despertado con el ruido de los bombardeos y lo primero que ...Leer más

Doña D.

Markaz Tama, Sohag Governorate, Egypt

Había caído todo lo bajo que se puede caer, no una, sino varias veces, y caídas como las que ella había sufrido dejan cicatrices.

Todas las noches volvía a replantearse la conveniencia de quitarse la vida. No obstante, siempre acababa, en el último momento, prefiriendo encomendarse al Altísimo. Él la guardaría del mal que la acechaba desde el otro extremo del pasillo. Ruhiya, su compañera de piso, era pues una mujer insólita y, a todas luces, de poco fiar. Se pasaba un tercio de las noches en vilo, observando el movimiento de los astros y balbuciendo conjuros en una jerga que tenía todos los visos de instrumento de Satanás. Las mujeres del pueblo acudían a ella con cierta frecuencia para pedirle asesoramiento y consultar con ella lo que las atribulaba y pesaba sobre la conciencia. A cambio de sus servicios, le suministraban mazorcas de maíz o algo de trigo, que es un bien escaso por estos lares, así como gas para mantener encendidas sus lámparas de siete brazos, que no hacían mucho por remediar lo lúgubre ...Leer más

Wadi el Kuf

Wadi el Kuf, Lybia

En una noche de luna llena, aunque especialmente tenebrosa, se reunieron los brujos más poderosos del mundo en un lugar secreto del fondo del valle que se conoce como Wadi el Kuf. No era una noche cualquiera; era la noche en que, en virtud de lo que estipulaban sus códigos de conducta diabólica, los brujos confiaban en que se abrirían las puertas del infierno. Supuestamente, esto ocurría sólo una vez cada mil años, por lo que se trataba de una ocasión muy especial. Sus fuentes no precisaban la fecha exacta en que este acontecimiento se suponía que había de ocurrir, pero todo indicaba que aquella era la noche en cuestión, pues la gente había perdido toda noción del bien y el mal, y se había acabado plegando a la voluntad de la mayoría y conformando con la realidad tal cual se presentaba ante ellos.

Los brujos bendijeron la tierra a sus pies y, seguidamente, se pusieron a recitar sus encantamientos. A continuación, les tocaba a los tres brujos de más alto rango convencer a Lucifer de que ...Leer más

Callejeando

Bordj Bounaama, Tissemsilt Province, Algeria

Hace un mañana de otoño preciosa. Un par de nubes surcan el cielo. Le recuerdan las túnicas que llevan los ascetas. Corre una brisa agradable y el sol calienta sin resultar abrasador. Khaled ha salido a dar una vuelta por el casco antiguo. Se halla a la caza de antiguallas. Aprovecha también para quedarse contemplando las fachadas de los edificios y los artículos de valor histórico que se venden en el zoco. Así se mantiene entretenido con algo que no sea el recuerdo del pasado, pues, últimamente, dedica la mayoría de su tiempo a recrearse en el dolor que siente por la pérdida de su amigo de la infancia. Lo echa de menos. Solían birlar naranjas juntos y luego sentarse en la plaza a tomárselas mientras escuchaban a los predicadores callejeros. Eran unos pillos. ¡Qué tiempos aquellos! Su muerte lo ha dejado por los suelos. No se lo esperaba.

Tuerce por la Calle del Mundo. Es más un callejón que una gran avenida, pese a lo que su nombre indica. Parece una ...Leer más

Hakuna Matata

Classroom in Tazakht, Morocco

Entró en el colegio y se asomó al despacho del director. Uno de mis alumnos susurró: “¡Es el padre de Ziad!” Debía de rondar los cincuenta. Era un hombre corpulento de corta estatura. El director no debía de haber llegado aún, pues, seguidamente, se me acercó, me saludó y, con voz grave y ademán apesadumbrado, me preguntó si sabía dónde podía encontrarlo. Su voz me confirmó su identidad, pues sonaba igual que la de su hijo. Yo le pregunté, a su vez, si podía contarme por qué necesitaba hablar con él, por si yo podía ayudarle de alguna manera, y me contestó que necesitaba sacar a su hijo del colegio. Su respuesta me desconcertó, por lo que le dije:

—No me quiero entrometer, pero me extraña que quiera cambiar a Ziad de colegio, cuando se trata de un alumno brillante que, además, no parece tener problemas con sus compañeros de clase, todo lo contrario.

Con el rostro encendido, me contestó:

—¡Ojalá tuviera alternativa! Lo que ocurre es que nosotros, como la mayoría de la ...Leer más

El hoyo

Pothole in Lotissement Zerktouni, Marrakesh

Cada vez que arribamos a donde se emplaza Al-Wazany, se le demuda el rostro a Sulma, lo cual me parte el corazón. No me gusta verla de capa caída. Algún día (me digo a mí mismo), en vez de entregársela sin más y dar media vuelta, haré algo al respecto.

Al-Wazany es como llamamos al socavón de la carretera que rodea el barrio de las afueras de Marrakech donde vive Sulma. Lo bautizamos así en honor al alcalde que gobernaba cuando se formó, antes incluso de que creciera hasta convertirse en un hoyo hecho y derecho.

Y Sulma, ¡ay!, me cuesta puntualizar quien es Sulma, en tanto que, para mí, lo es todo. Tan sólo a duras penas logro distinguirla de quien soy yo. Nos educaron y nos curtimos juntos. Compartimos tanto los espacios físicos donde nos instruyeron para integrar la sociedad de la que habíamos de formar parte como corresponde, como los espacios oníricos donde nos permitíamos negociar los términos del contrato social que habíamos de suscribir para convertirnos en ...Leer más