Corre el año 2066. Sé que es invierno, pero no sabría especificar más allá. Si estoy escribiendo esto sobre el revés de uno de los pergaminos de la antigüedad que atesora el monasterio que me hallo encargado de custodiar es porque no he encontrado otro soporte sobre el que dejar constancia de lo que ocurre a mi alrededor. Es de suma importancia que se sepa lo que sucedió aquí y el tiempo se me agota. Con esta, ya van seis, las veces que a lo largo de este año he estado a punto de mancillar uno de estos pergaminos para anotar sobre él mis últimas palabras, pensando que mi vida se hallaba llegando a su fin.
Las alfanas que montan los jinetes del Apocalipsis piafan y corvetean desbocadas en el exterior, y su relinchar reverbera por las paredes que se yerguen intramuros y tiemblan. El cielo lleva encapotado meses; como si el sol no se aventurara o dignara a presenciar lo que se avecina; como si quisiera protegerse de que la mierda ...Leer más