Ahmed, a sus seis abriles, ya está hecho todo un machote de mente despierta, curiosidad pujante, imaginación galopante y cándidos rasgos faciales. Reside en la ciudad de la fortaleza de alto copete erigida junto al mar en medio de una playa de dunas de arena fina que recibe el nombre de “Bordj El Kiffan”, que, por estos lares, se deja en la versión apocopada de “Bordj”. Fue construida por militares hace varios siglos, durante el imperio otomano. En otro tiempo, era defendida por todo un escuadrón de soldados que se colocaban al pie de los suntuosos cañones que, asomando el morro por las almenas, aún coronan la estructura y acerca de los que a la sazón circulaba una plétora de leyendas de terror destinadas a mantener a los moros lejos de la costa.
Su imponente silueta se recorta contra el azul soñador que casa una tonalidad celeste con una marítima. Su misión consistía en atalayar las aguas para evitar que ningún forajido que, de lejos, pudiera haberle echado el ojo a la joya que se extendía tierra adentro se aventurara a soltar amarras y acercarse ...Leer más