Boceto del Apocalipsis

Church Notre-Dame d'Afrique, Algiers, Algeria

El aguachinado sopicaldo que les sirve de cena no les dura nunca nada en el cuenco. A Juan Pablo le gustaría poder añadirle más sustancia para asegurarse de que no se quedan con hambre, pero la comida escasea. Por lo menos, pese a lo delgados que se les ve a algunos de los niños, todos parecen gozar de buena salud. Por lo pronto, no parecen haber perdido el apetito, lo cual es buena señal.

Fuera de la iglesia en la que viven atrincherados él y los veinte niños que recogió de las calles cuando, seis años atrás, comenzó a extenderse la epidemia de tuberculosis que ha diezmado la población mundial, reina el caos. Los pocos que lograron sobrevivir a la enfermedad se hallan ahora matándose los unos a los otros por hacerse con algo que llevarse a la boca. Es un milagro que haya conseguido mantenerlos a salvo intramuros durante tanto tiempo. Juan Pablo cree que la suerte que han tenido hasta ahora se debe, en parte, a que, pese a hallarse ...Leer más

Los Baños de los Malditos

Hammam Maskhoutine, Algeria

Esta es la leyenda de lo que, en una noche como esta, ocurrió tiempo ha por estos lares, marcando un antes y un después en la historia de la región.

Por aquel entonces, nuestros antepasados, que pertenecían a una tribu de un tamaño considerable, llevaban una vida holgada y rara vez se peleaban, por mor de, por un lado, lo fértiles que son estas tierras, y por otro, lo juicioso que mostraba ser su cabeza de mando. Un día, no obstante, el jefe de la tribu torció súbitamente la cabeza tras contraer una enfermedad perniciosa. Su hijo primogénito, que era, a una, la efigie de las buenas virtudes y su más ferviente paladín, un galán joven que ni los de telenovelas, por dentro y por fuera, era, a su vez, de quien se esperaba que lo sucediera. No obstante, tras reunirse, el senado, que se hallaba compuesto por los ancianos de la tribu y era el órgano encargado oficialmente de designar al cabeza de linaje, anunció que sólo estaban dispuestos a erigir al héroe de nuestra historia en jefe de ...Leer más

El contrato leonino del amor paternal

Place 1er novembre, Oran, Algeria

Hay quien la llama la Plaza del Uno de Noviembre y quien, la Plaza de Armas, pero la mayoría de la gente la conoce como la Plaza de las Damas, aunque yo, personalmente, no entiendo muy bien por qué, pues no se trata de una plaza de la que se pueda aseverar que transpire feminidad o en la que destaque especialmente la presencia de las damas.

Para mí, es la Plaza de los Leones, porque, en uno de sus costados, se erigen dos leones, la bravura de cuyo porte denota lo entronizados que se hallan en su convicción de encarnar el espíritu de la ciudad, al tiempo que lo que les resbala el mundanal ruido que los circunscribe. A uno, lo llamo Sol y, al otro, Luna. Lo sé, la creatividad y originalidad de la elección terminológica brillan por su ausencia, pero los nombres se los puso mi hija pequeña y eso les otorga un valor especial a mis ojos.

Si algo he aprendido con los años, es que no se ha de menospreciar el valor relativo que adquiere ...Leer más

El ausente

Roman ruins in Bir Kasdali, Algeria

—¿Liki? Oigo el latir de tu corazón.

—Hagas lo que hagas, no te conviertas en un mamut, hijo mío. No te creas todo lo que oyes.

—¿Un mamut?

—Fue la ingenuidad de los mamuts lo que los llevo a extinguirse. Pese a advertir el advenimiento de la tormenta de hielo, permanecieron encapsulados en su convicción de que, si se escondían y permanecían muy quietecitos, les pasarían desapercibidos a las fuerzas de la naturaleza o no, pero estas les perdonarían la vida igualmente. Confiaron en que la tormenta reconocería lo excepcionales que eran, en virtud a cómo se sentían.

—¡Pobres criaturas!

—Puede. Tú, hijo mío, que gozas de una alta capacidad de percepción, tienes que cantarle al mundo lo que ves con esa hermosa voz que tienes.

—Liki, para, siéntate a mi lado. ¡Cuánta energía! No sé de dónde la sacas. Parece que te vas a arrancar por bulerías en cualquier momento. No sé si sabes lo triste que me dejó tu partida.

—¡Hala, sécate esas lágrimas de cocodrilo! Aunque he de decir que tienes un brillo en los ojos que me ...Leer más

El último tramo del camino

Reggane, Algeria

Dos soldados franceses me sacan esposado de la celda en la que me he pasado recluido el último año y pico. El sol de justicia que pega en el desierto del Sáhara me deslumbra incluso con los ojos como los llevo, cerrados y vendados. La arena contra la suela de mis pies, descalzos, quema y reconforta a una, a cada paso. ¡El tiempo que llevaba deseando volver a sentir esa libertad tan absoluta que sólo brinda el desierto! El silbido del viento me acompaña en esta travesía hacia lo desconocido.

Al cabo de un buen rato de caminata, mis escoltas se paran en seco. Mientras uno se pelea con lo que suena a la cerradura de una puerta de carácter rústico, el otro me quita las esposas. Seguidamente, me empujan a lo que, en desembarazándome de la venda de los ojos, descubro que se trata del interior de una cabaña de adobe, cerrando la puerta de la misma tras de mí. Me lleva un instante adaptar las pupilas a la luz que se filtra del techo, a pesar de que esta ...Leer más

La verdad amortajada

Panoramic view over the city of Constantine, Algeria

Constantina, 1958

Un joven oficial francés entró en un bar del casco antiguo y se pidió algo de beber. Había tenido un día muy largo.

Constantina se emplaza a ambos lados del barranco del río Rhumel y sus siete puentes se yerguen a considerable altura sobre el fondo del acantilado. Se trata de una ciudad histórica que se distingue por su prestancia, a lo sumo, comparable a la de la diosa Ishtar.

Su valor estético no admitía discusión. La tensión que se respiraba en el ambiente de la ciudad le restaba, no obstante, bastante de su atractivo. Las circunstancias en que la había descubierto distaban muy mucho de ser las idóneas y él no había contribuido precisamente a mejorarlas. No estaba particularmente orgulloso de lo que se había visto impelido a hacer para ascender en la cadena de mando, pero su trabajo no consistía en cuestionar las órdenes que recibía de arriba y, en lo que a él concernía, en tiempos de guerra, no tocaba ponerse exquisito con lo que constituye o ...Leer más

Callejeando

Bordj Bounaama, Tissemsilt Province, Algeria

Hace un mañana de otoño preciosa. Un par de nubes surcan el cielo. Le recuerdan las túnicas que llevan los ascetas. Corre una brisa agradable y el sol calienta sin resultar abrasador. Khaled ha salido a dar una vuelta por el casco antiguo. Se halla a la caza de antiguallas. Aprovecha también para quedarse contemplando las fachadas de los edificios y los artículos de valor histórico que se venden en el zoco. Así se mantiene entretenido con algo que no sea el recuerdo del pasado, pues, últimamente, dedica la mayoría de su tiempo a recrearse en el dolor que siente por la pérdida de su amigo de la infancia. Lo echa de menos. Solían birlar naranjas juntos y luego sentarse en la plaza a tomárselas mientras escuchaban a los predicadores callejeros. Eran unos pillos. ¡Qué tiempos aquellos! Su muerte lo ha dejado por los suelos. No se lo esperaba.

Tuerce por la Calle del Mundo. Es más un callejón que una gran avenida, pese a lo que su nombre indica. Parece una corte de ...Leer más

Fíate de la virgen y no corras

Fouka city, Algeria

Me despierto de golpe, del hambre voraz que siento, no de nada que se pueda adquirir en el súper precisamente. Me estiro, miro la hora que es y decido ponerme en marcha del tirón. No hay tiempo que perder. Me espera un día trepidante cuando menos, pues he quedado con Luisa para después de comer. Es la primera vez que una chica me invita a catar sus carnes. Se me erizan los pelillos de la espalda sólo de pensarlo. Me ha dicho de quedar en Le Bungalow, que es una urbanización turística que suele estar vacía en verano, y yo, claro está, he accedido encantado. Tengo entendido que, a mi edad (acabo de cumplir los veinte), es normal que a los hombres, cuando se les pincha, les salga blanco. Ahora es cuando toca demostrar lo que uno puede y vale, sobre todo en una ciudad con tanto ambiente como esta, en la que todo el mundo está venga a medírsela. Yo, por lo menos, paso de ser el pringado que encaja a la perfección en la definición que Colin Wilson da del hombre mediocre.

Bajo por las ...Leer más

Intrusa maciza

Está que trina por culpa de la mujer desnuda que se yergue sobre la fuente que se emplaza junto a la mezquita del centro de la hermosa ciudad de Sétif. Siempre que pasa por su lado, que suele ser más a menudo de lo que le gustaría, porque se encuentra en su camino de casa a la cafetería donde acostumbra sentarse a desayunar todas la mañanas, aprovecha para escupirle a la cara y ponerla de guapa para arriba.

La estatua es una adición relativamente reciente a la fuente sobre la que se sitúa, que fue construida cuando se erigió la mezquita para proveer a los que acudían a rezar a la misma de un lugar donde poder realizar sus abluciones. Los colonizadores franceses la colocaron allí un año antes de que él naciera, véase, hace ya más de setenta primaveras. Él está convencido de que su objetivo era mosquear a la población musulmana.

Cuando era pequeño y aún no entendía el ultraje que la fulana de piedra constituía para la moral, solía jugar en torno a ella con sus amigos. No obstante, llegó un ...Leer más

Merluzos a la romana y sus criaturas

Cerez, Belimour, Algeria

Este relato está inspirado en la historia del castillo de la ciudad de Belmour, que pertenecía a la provincia de Tamascani durante el Imperio Romano.

Amanece sobre la mágica ciudad de Sidi Okba. Bella, la romana, canta y baila al son de la armonía que tañe la brisa matutina al acariciar las copas de los árboles. Sabe que puede pedirle a su padre la luna en cuanto se le antoje, que subiría al firmamento a conseguírsela. Cuanto se extiende hasta donde alcanza la vista le pertenece. Puede respirar tranquila en la certeza de que nunca le faltara de nada.

Pero no te preocupes, Sidi Okba, tú también puedes. Nosotros nos ocupamos de que nadie le eche el ojo a la tierra de nuestros antepasados, en la que tenemos pensado plantar y regar la esperanza que hemos depositado en el futuro.

Los castillos que se yerguen en sus inmediaciones se pavonean más altivos incluso, si cabe, que los descendientes de quienes los edificaron. Con la tralla que llevan, combatiendo las inclemencias del tiempo y resistiendo el deterioro, normal que se sientan ufanos ...Leer más