El pozo de los secretos

Dawood Hotel in Sanaa, Yemen

Desde la ventanilla del avión, se vislumbraba mi ciudad natal, Sanaa, tenuemente iluminada, pese a ser de noche. Unos minutos más tarde, iniciamos el descenso. Nada más aterrizar, nos subimos a un taxi y le pedimos al conductor que nos llevara al hotel Dawood, situado en el centro histórico de la ciudad, que era donde habíamos reservado alojamiento mi amigo alemán y yo. Al llegar, vi que tenía el letrero escrito en tres idiomas distintos, lo cual me gustó, porque me pareció señal de que el negocio se hallaba volcado en atraer turismo internacional. Entramos y pedimos que nos asignaran habitaciones contiguas.

Era tarde y estábamos tan hechos polvo del viaje, que caímos rendidos en cuanto entramos en nuestras respectivas habitaciones. A la mañana siguiente, nos levantamos temprano para salir a descubrir la ciudad. Mi amigo me estuvo contando lo que había leído acerca de la ciudad mientras nos la pateábamos. En cuanto comenzó a sonar a mediodía la llamada a la oración de los altavoces instalados en lo alto de los minaretes, todos los ...Leer más

Freelancer

Street in Cairo in 1906

Desde que me mudé a mi nuevo piso hace dos años, me noto especialmente vulnerable, como si todo me afectara sobremanera y hubiera perdido el control sobre mis esfínteres.

El piso consta de una única habitación con dos ventanas, la de la pared, que da a la calle, y la del portátil, que da a un farragoso mundo virtual. Aparte, está el baño y el estrecho y sinuoso pasillo que conduce a la entrada principal.

Mi casero vive en el piso de abajo y, cuando me siento en el trono, automáticamente me siento observada, porque sé que, aunque no pueda verificarlo, en el techo de su piso se abre un tragaluz que le permite contemplar mis genitales. Un día de estos, voy a bajar y se la voy a cortar, para que aprenda lo expuesto que le deja a uno mear sentado.

Me costó mucho dar con un piso. Este venía anunciado en la página web de una pizzería. “Piso para una minina en el casco antiguo. Se ruega a los interesados que no se sulfuren a ...Leer más

Al descubierto

Khairat, El-Sayeda Zainab, Cairo

El jefe está soltando una atronadora invectiva contra la indolencia nacional por la tele, que está a mil bombas para ahogar el ruido, comparativamente llevadero, de las bocinas de los coches que se oyen procedentes del exterior. A través de la pantalla, lanza una pregunta al aire:

“¿Quiénes sois?”

De pronto, todo el mundo en el abarrotado café se gira y empieza a escudriñar su entorno, como si fuera su deber desenmascarar a quienes están siendo apostrofados por el jefe. Tengo que salir de allí cuanto antes. Entre la tensión que genera la diatriba del jefe y la falta de aire acondicionado, que, desde que subieron el precio de la electricidad, ya ningún garito se puede permitir mantener encendido, el ambiente se nota cargado y los ánimos caldeados. No quiero quedarme a ver cómo la cosa explota.

El dueño del quiosco de la esquina me sugiere que me meta por el callejón oscuro que sale a mano derecha para llegar al apartamento de Rafiq pasando desapercibido. Me advierte, a su vez, al tiempo que ...Leer más

Un gesto simbólico

Salamiyah, Syria

Su cuñada vino a hacerle una visita cuando su marido estaba fuera de casa por cuatro días en un viaje de negocios. Venía a confesarle que se había enterado, supuestamente poniendo la oreja a lo que su hermano le comentaba por teléfono a un colega hacía poco, de que este tenía pensado divorciarse de ella en los próximos días. Le pidió, a su vez, que guardara en secreto que había sido ella quien la había avisado de lo que estaba a punto de acontecer.

—Nur, cariño, me he sentido en la obligación de venir a decírtelo, porque tú para mí eres como una hermana y me destroza por dentro que el sinvergüenza de mi hermano te esté haciendo esto. A lo mejor me he equivocado viniendo, pero he pensado que era mejor que lo supieras de antemano para que así pudieras hacer algo al respecto. Si quieres nos podemos sentar juntas y pensar qué ha podido desencadenar esto, para que, una vez hayamos determinado a qué se debe, podamos urdir un plan que evite que el ...Leer más

El ausente

Roman ruins in Bir Kasdali, Algeria

—¿Liki? Oigo el latir de tu corazón.

—Hagas lo que hagas, no te conviertas en un mamut, hijo mío. No te creas todo lo que oyes.

—¿Un mamut?

—Fue la ingenuidad de los mamuts lo que los llevo a extinguirse. Pese a advertir el advenimiento de la tormenta de hielo, permanecieron encapsulados en su convicción de que, si se escondían y permanecían muy quietecitos, les pasarían desapercibidos a las fuerzas de la naturaleza o no, pero estas les perdonarían la vida igualmente. Confiaron en que la tormenta reconocería lo excepcionales que eran, en virtud a cómo se sentían.

—¡Pobres criaturas!

—Puede. Tú, hijo mío, que gozas de una alta capacidad de percepción, tienes que cantarle al mundo lo que ves con esa hermosa voz que tienes.

—Liki, para, siéntate a mi lado. ¡Cuánta energía! No sé de dónde la sacas. Parece que te vas a arrancar por bulerías en cualquier momento. No sé si sabes lo triste que me dejó tu partida.

—¡Hala, sécate esas lágrimas de cocodrilo! Aunque he de decir que tienes un brillo en los ojos ...Leer más

Me tranquiliza saber que no veo más que un único sol

Kuud AlNamer Beach in Aden, Yemen

¡Hace un calor insoportable! Llevamos sin electricidad desde hace rato y el aire que se ha quedado atrapado en la casa huele a estancado, a podrido. A lo mejor lo ha alcanzado la epidemia que campa a sus anchas por esta ciudad y deja a todo quisqui achorrado.

—¿Qué hay hoy de comer?

Lo pregunta mi hermano, que acaba de asomar la cabeza por la puerta de la cocina, que parece un baño turco, no tanto por los vapores que despiden los guisos de elaboración propia, como por los que exhalan las vecinas que rodean la casa al suspirar por él y babear al verle.

Pongo la olla sobre uno de los fuegos. Llevo acelerada desde que me he levantado esta mañana (un poco tarde, para ser sincera) y aún voy bastante pillada de tiempo. De la jaqueca que tengo, siento que me late el cerebro.

Con mano temblorosa, prendo una cerilla para encender el gas. Nada. Lo intento nuevamente; el mismo desenlace. Y el guiso no está precisamente como para ...Leer más

El último tramo del camino

Reggane, Algeria

Dos soldados franceses me sacan esposado de la celda en la que me he pasado recluido el último año y pico. El sol de justicia que pega en el desierto del Sáhara me deslumbra incluso con los ojos como los llevo, cerrados y vendados. La arena contra la suela de mis pies, descalzos, quema y reconforta a una, a cada paso. ¡El tiempo que llevaba deseando volver a sentir esa libertad tan absoluta que sólo brinda el desierto! El silbido del viento me acompaña en esta travesía hacia lo desconocido.

Al cabo de un buen rato de caminata, mis escoltas se paran en seco. Mientras uno se pelea con lo que suena a la cerradura de una puerta de carácter rústico, el otro me quita las esposas. Seguidamente, me empujan a lo que, en desembarazándome de la venda de los ojos, descubro que se trata del interior de una cabaña de adobe, cerrando la puerta de la misma tras de mí. Me lleva un instante adaptar las pupilas a la luz que se filtra del techo, a pesar de ...Leer más

La ventana que le abren a uno cuando le dan puerta

View from the car window of a road in Cairo, Egypt

Con la vista borrosa y los ojos como puños de haberme anegado en llanto, salí del edificio y corrí hacia el coche, que, por lo menos, tenía aparcado a pocos metros de la entrada. A punto estuve de tropezar y pegarme un porrazo. Me subí al coche y arranqué. Tenía que salir de allí como fuera. Ya tendría tiempo de decidir hacia donde poner rumbo más adelante.

No entendía cómo era posible que me hubieran despedido, con lo que yo me había volcado en ser la mejor empleada de toda la empresa, la de éxitos que jalonaban mi carrera profesional y la de elogios que había recibido de mis jefes por los excelentes resultados que había ido obteniendo a lo largo de los años que había pasado trabajando para ellos. No podía dejar de preguntarme qué era lo que, a sus ojos, me hacía meritar semejante ultraje a mi persona. Mi vida entera hasta la fecha había girado en torno al trabajo y, ahora ...Leer más

La verdad amortajada

Panoramic view over the city of Constantine, Algeria

Constantina, 1958

Un joven oficial francés entró en un bar del casco antiguo y se pidió algo de beber. Había tenido un día muy largo.

Constantina se emplaza a ambos lados del barranco del río Rhumel y sus siete puentes se yerguen a considerable altura sobre el fondo del acantilado. Se trata de una ciudad histórica que se distingue por su prestancia, a lo sumo, comparable a la de la diosa Ishtar.

Su valor estético no admitía discusión. La tensión que se respiraba en el ambiente de la ciudad le restaba, no obstante, bastante de su atractivo. Las circunstancias en que la había descubierto distaban muy mucho de ser las idóneas y él no había contribuido precisamente a mejorarlas. No estaba particularmente orgulloso de lo que se había visto impelido a hacer para ascender en la cadena de mando, pero su trabajo no consistía en cuestionar las órdenes que recibía de arriba y, en lo que a él concernía, en tiempos de guerra, no tocaba ponerse exquisito con lo que ...Leer más

Criaturas aladas de ralea variopinta

Idlib, Syria

La mañana en que el cielo quedó encapotado por una nube de humo, el aire quedó saturado de la pestilencia que desprenden los cadáveres y los ensordecedores alaridos que profirió la multitud ahogaron cuanto pudiera haber gestado un discurso hilado, el sol había salido como todas las mañanas, más dispuesto a brillar radiante si cabe.

Las festividades daban comienzo al día siguiente y el mercado se hallaba a rebosar de gente (mujeres, ancianos, niños y toda la pesca). Se había creado una atmósfera jovial y agradable. Yo me encontraba allí con mi hijo. En otras circunstancias, tanta animación me hubiera crispado los nervios. Resulta, pues, que no soy un gran entusiasta de ambientes ruidosos. En aquella ocasión, no obstante, poder apreciar lo contento que se le veía a todo el mundo hacía que el jaleo circundante no me molestara tanto.

Me quedé contemplando el olivo que se erguía en la plaza y me puse a fantasear con la perspectiva de que a mis hijos, al crecer en torno suyo, se les pegaran sus virtudes, a saber, fecundidad, ...Leer más