No podía dormir. No le dejaban el frío que hacía, el rugir del viento y la angustia por lo que se avecinaba. Se giró hacia su hermana. Ella sí parecía haber conseguido conciliar el sueño. Mejor, le venía bien descansar. Era importante que al menos una de ambas pudiera recuperarse un poco para encarar un nuevo día.
Con el tiempo, Vida había adquirido la habilidad de predecir el momento exacto en el que él se iba a asomar por la apertura de la tienda. Había aprendido a aguzar el olfato para detectar su nauseabundo olor con la suficiente antelación como para que le diera tiempo a prepararse y acorazarse mentalmente para su visita nocturna. No obstante, nunca lograba evitar que, instantes antes, su corazón comenzara a latirle a mil pulsaciones por segundo, las vías respiratorias se le comprimieran y la sangre se le helara en las venas.
Siempre anunciaba su presencia a bombo y platillo nada más meterse en la tienda. Alumbraba a las mujeres apuntándoles a la cara con su linterna y les tiraba un cubo de agua para ...Leer más