La vuelta a casa

Helwan, Egypt

¿Cuánto tiempo lleva ya en casa? No lo sabe a ciencia cierta. El gravamen emocional que le impone lo que para ella comportan las experiencias vividas en el extranjero, donde se ha pasado los últimos quince años, le nubla el juicio y le atrofia su capacidad para calibrar el tiempo transcurrido. Antes de partir rumbo a lo desconocido, era una niña con coletas y de mente límpida, del tipo de quienes aún no se han topado con las abracadabrantes contradicciones que se dan entre el conocimiento adquirido y la realidad tal cual se les manifiesta. Las tiritas con las que sus paisanos habían tratado de cerrar la herida narcisista que se habían hecho dándose de cabezazos contra la realidad no habían logrado parchear eficazmente el problema que constituía su incapacidad para superar sus diferencias, por lo que, finalmente, había acabado estallando la guerra que le había impulsado a alzar el vuelo.

Recuerda el empeño que comenzó a poner al frisar en la edad del pavo en conseguir escabullirse del control parental que ejercía su madre sobre ella para probarse vestidos de vida alegre. Su madre parecía querer evitar por ...Leer más

La humanidad, en esencia

Mosque at Al Moez Street, Cairo, Egypt

Lama es una niña egipcia extremadamente culta que, para tener sólo nueve años, está muy espabilada. Últimamente, en los canales de televisión religiosos que le gusta sentarse a ver, han mencionado la palabra “humanidad” en repetidas ocasiones. Parece que las organizaciones sin ánimo de lucro ya no saben dónde anunciarse. También la ha visto empleada en un comentario a las decapitaciones de Dáesh publicado en Facebook. Está al tanto de que a la palabra se le asignan connotaciones positivas, pero no está segura de lo que significa.

Aquel día, se lo había pasado reflexionando acerca de las aplicaciones de la palabra y los adminículos contextuales de los que se sirve para obrar su magia. A media tarde, su curiosidad le pudo. Corrió a donde su madre y le espetó:

-Mamá, ¿qué es eso de “la humanidad”?

Su madre sonrió y dijo:

-No es algo que se pueda explicar, cada uno de nosotros ha de descubrirlo por su cuenta y confeccionarse una acepción a su medida que se ajuste a cómo se entiende a sí mismo. Si acaso, podría describirse como el conjunto de virtudes que ...Leer más

El edificio amarillo

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Seguía siendo el mismo, a pesar de que la pintura amarilla de sus paredes se hubiera desconchado y oscurecido. Bastante había aguantado en pie con todo lo que había llovido a lo largo de los años.

Erguido frente al colegio, me puse a recordar. Me acordaba como si hubiera ocurrido el día anterior de cuando de niño pedí ser transferido de vuelta a ese colegio. Se armó un revuelo del quince. El mundo se puso en mi contra. Hasta al gobierno, al que casi nunca se le daba vela en nuestros entierros, se le dejaba meter baza. Por lo visto, había sido expedida una ordenanza que establecía que los niños debían acudir a los colegios que hubiera en la vecindad de sus domicilios. Nos habíamos mudado hacía un año a las afueras y, por ende, a mí me tocaba cambiarme de colegio.

Pese a que el colegio nuevo se hallaba a un tiro de piedra de casa, en la plaza central del pueblecito en el que vivíamos, que se hallaba poblada de palmeras y árboles de todo tipo, el interior del colegio se revelaba desolador. Ni árboles, ni flores, ni pajarillos, el ...Leer más

El palacio

Faculty of Veterinary, Idfina, Egypt

¿Quién no ha soñado alguna vez con amanecer un día siendo un rey? Sé que sólo los niños se permiten soñar sin cargo de conciencia con convertirse en príncipes azules. A fin de cuentas, lo de lograr que una hermosa joven caiga rendida a los pies de uno y se preste a cabalgar con uno a lomos de un blanco corcel es algo que indudablemente ya sólo ocurre en las películas. No obstante, por mucho que me pese, he de confesar que yo también he caído en la tentación de dejarme llevar por mis ensoñaciones. Repetidas veces, para más inri. Cada vez que visitaba el palacio de Idfina, que fue uno de los palacios del rey Faruq, que gobernó Egipto y Sudán hasta principios de los años cincuenta del siglo pasado.

Cada vez que, de niño, mis padres me llevaban a visitar a mi familia materna, que vivía en Idfina, mi tío me invitaba a que le acompañara a su lugar de trabajo, que era nada más y nada menos que el palacio, que había sido rehabilitado para alojar la Facultad de Veterinaria. ...Leer más

La granja: un reducto de paz

Farm at Ad DIlinjat, Buheira, Egypt

Sé que no todo el mundo comparte mi afición, pero a mí lo que me priva, lo que me levanta el espíritu y me llena de felicidad es pasar tiempo en el campo: ver crecer las plantas, descansar a la sombra de un árbol, admirar la altura que llegan a alcanzar las palmeras, deleitarme con el aroma de las flores … Me gusta absorber de la naturaleza la energía positiva que necesito para estar de buen rollo con la gente con la que me tengo que relacionar a diario.

Cuando compré la granja, estaba en unas condiciones desastrosas. No obstante, la rehabilité y planté naranjos y limoneros. Un día, un amigo mío sufrió un ataque de ansiedad. En cuanto me enteré, le invité a que se viniera con su familia a pasar un día en la granja. Aprovechando la ocasión, avisé a unos cuantos amigos más. Antes de que se vinieran, me pasé un par de veces por la granja para acondicionarla, dejarlo todo preparado para su visita e inspeccionar el terreno para ...Leer más

La calle Esperanza

Cairo Egypt

Están a punto de dar las cuatro de la madrugada y yo, sin poder pegar ojo. No suelo padecer insomnio. Por norma general, mi cama es mi lugar favorito. No obstante, esta noche parece haber encogido. Me levanto y salgo de la habitación. Me dirijo hacia la amplia terraza de la casa en la esperanza de que el aire fresco me despeje y me alivie la angustia que siento y que me espanta el sueño.

En la terraza, reina un silencio religioso que únicamente se ve interrumpido por los bocinazos que pegan de tanto en tanto los coches que circulan por el barrio. La imagen que me devuelve la calle al asomarme por la terraza es la de siempre, una que no olvidaré mientras viva, pues ha formado parte de mí desde que tengo uso de razón. Tanto la calle como la terraza han sido testigos de gran parte de lo que me ha acontecido en la vida: lo bueno, lo malo y lo inenarrable.

Pongo agua a hervir para prepararme una refrescante taza de té. Después, ...Leer más

Hogar, dulce hogar

desouk kafr ibrahim Egypt

Al regresar a mi comarca natal de mi estancia en el extranjero, me percaté de lo mucho que la había echado de menos. Todo me parecía infinitamente más maravilloso de lo que me había parecido con anterioridad. Los árboles, altos; sus flores, coloridas; los pájaros que se posaban sobre sus ramas, de recias cuerdas vocales. Y, ¿qué decir del aire puro? Era de un terapéutico que los que padecían de bronquitis no tenían más que respirarlo para sentirse renacer. Me había pasado los mejores abriles de mi vida en esta región y el tiempo restante, suspirando por volver, con los recuerdos punzándome las entrañas. Cuando mi madre cayó enferma, sentí que el mundo se me venía abajo. Me acababan de ofrecer un puesto de interino en el hospital de mi pueblo natal y entre mis recién adquiridas prioridades como joven doctor figuraba la de asegurarme de que la atención que dispensara el hospital a los pacientes de la comarca fuera irreprochable, exquisita cuando menos. A primera vista, mi madre no parecía haber contraído nada grave. ...Leer más

Aborreciendo la vida

Puente Qasr al-Nil, El Cairo

Mustafa era un joven que frisaba en los treinta años y que durante la universidad se echó una novia llamada Hayam. Al poco de licenciarse, decidió formalizar su relación, por lo que fue a pedirle la mano de su amada al padre de ella, un alto dignatario que no acababa de ver con buenos ojos el idilio entre su hija y Mustafa porque él aún no había encontrado trabajo. No obstante, ante la porfía de Hayam, al padre no le quedó otra que acceder a que se prometieran.

Los meses se sucedieron, pero la situación permaneció invariable. No parecía importar lo mucho que Mustafa se esforzara en encontrar un empleo, la suerte no parecía estar de su parte.

Aquella noche caían chuzos de punta. De pronto, le sonó el teléfono. Era su prometida. Lo llamaba para informarle de que su padre jamás cejaría en su empeño de interponerse entre ambos y que a ella no le quedaba más remedio que acatar sus órdenes y plegarse a su voluntad porque había tratado de estrangularla.

Mustafa colgó sin saber si debía sentirse más o menos ofuscado ...Leer más

La Calle de la Misericordia

Khorshid_awaed Rd, Al Khodrah, Markaz Kafr El-Dawar, El Beheira Governorate

Salgo de la mezquita AlHamad al concluir la oración del viernes. Ni zorra de sobre que ha versado el sermón de hoy, no me he enterado de nada. Aparte de largo y repetitivo, la declamación me ha parecido nefasta. No obstante, me ha provisto del espacio de tiempo necesario para prepararme mentalmente para la cita que tengo en un rato.

Cruzo la calle que corre paralela al canal Mahmudiya y me meto por la calle de la Misericordia. En 500 metros de distancia, me toca poner fin a 35 años de distanciamiento. Toda la vida se me ha dado de vicio buscarle las cosquillas. Uno de mis muchos talentos innatos. No obstante, esta vez me da más reparo que de costumbre despertar a la bestia que sé que habita en su interior. Camino pisando huevos por miedo a caerme en una zanja, en un agujero negro de los que se obturaron en una de las últimas obras que se llevaron a cabo en esta calle y ...Leer más

Nostalgia

El Qanater el Khayreyya, Egypt

La calma se cernía sobre el pueblo aquella mañana. Era el día de la fiesta de la primavera. Nuestra casa era la única con las luces encendidas. Yo había sido la primera en despertarme y, nada más salir de la cama, lo primero que había hecho había sido correr de una habitación a la siguiente a despertar a mis padres, a mi hermana y a mis hermanos.

-¡Ale, en pie, hora de irse!

Mientras esperaba a que mi familia acabara de vestirse y acicalarse, me dediqué a atiborrar la mochila de bocatas y a meter botellines de agua y latas de Pepsi en bolsas de plástico. En cuanto mi padre hubo acabado de bregar con sus intestinos, cerramos la puerta y nos fuimos.

Poco antes del mediodía, llegamos a una ciudad que bullía de gente. Nos apeamos delante de un puente larguísimo, cuyos pilares hendían el agua.

Miré a mi padre.

-¿Son estos los Puentes Benevolentes? -pregunté.

-Equilicuá.

Nos detuvimos a contemplar las aguas cristalinas y otros puentes, cuyos arcos parecían portales por los que ...Leer más

Elige tu propia aventura

Tan sólo pretendía esbozar una sonrisa. Sin embargo, la mandíbula inferior se le desplomó

a) de lo fascinada que la dejó apercibirse de la simetría que guardaba el mundo.

b) cuando, al primer envite, le dio por vomitar arcoíris.